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Un activista se cuela en un panel oficial de la COP26 para desplegar un cartel de protesta. Dylan Martinez / REUTERS
«Estafa», «retroceso», «sumiso», «irrisorio», así califican las ONG a la Cumbre del Clima

«Estafa», «retroceso», «sumiso», «irrisorio», así califican las ONG a la Cumbre del Clima

Llegan malas noticias tras la COP26 de Glasgow: las emisiones seguirán descontroladas, se abre la puerta a hacer trampas en el mercado de carbono y la financiación, en punto muerto

Lunes, 15 de noviembre 2021, 16:52

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Las principales ONG de acción climática -como Greenpeace, Amigos de la Tierra, Ecologistas en Acción, Oxfam, Seo Birdlife- coinciden en que la Cumbre del Clima de Glasgow, COP26, ha logrado un acuerdo sin «ambición» y que el documento suscrito se aleja de la meta de no sobrepasar los 1,5ºC de calentamiento global, un objetivo que limitaría los desastres ambientales. A pesar de diferentes anuncios fuera de las negociaciones, que ganaron titulares con nula repercusión real, los puntos más importantes para el control de las emisiones de gases de efecto invernadero no lograron el compromiso de los países con mayor responsabilidad.

Las reacciones de los activistas sobre el acuerdo final de la COP26 tienen calificativos como «retroceso», «excluyente», «sumiso», «débil», «irrisorio», «estafa», «sordo», «insuficiente»...

«Los compromisos se dejaron para el año que viene», mantiene Jennifer Morgan, directora ejecutiva de Greenpeace Internacional. «En Glasgow se debía cumplir el objetivo del 1,5ºC y eso no ha sucedido». Como pasó en Madrid, en la COP25, que se adormecieron las decisiones para las que no había consenso, en la COP26 se enterraron hasta la siguiente cita, en Egipto. La diferencia está en que la cita en Reino Unido era, se suponía, la fecha límite.

«El resultado es totalmente insuficiente», apostilla David Howell, responsable de Clima de SEO Birdlife. «Estamos lejos de la senda del 1,5ºC». Hay, alertan, algo peor, un retroceso. El documento suscrito «pierde todo el carácter vinculante que se exigía. No hay ningún verbo en el texto que genere una vinculación legal, es decir, una obligación de los países a actuar. Son todo invitaciones, recomendaciones y ruegos», sostiene Irene Rubiera, portavoz de Ecologistas en Acción. «No concreta ni cuándo ni cómo se va a hacer ni, sobre todo, con qué financiación».

Emisiones

En el acuerdo final de la COP26 hay incisos que interrumpen la elocuencia de las grandes metas, como «el fin de los combustibles fósiles» con excepciones a discreción del emisor. Aunque Greenpeace considera un logro que se critique específicamente el uso del carbón, alerta que no se ha abandonado, ni se presiona para hacerlo, el uso de combustibles fósiles.

Otras ONG, como Amigos de la Tierra, alertan que se «abre la puerta a las falsas soluciones» por la presión de los países industrializados y la plataforma internacional 350.org, que reúne a pequeñas y distintas organizaciones, destaca que «por primera vez en la historia» se habla de «la necesidad de poner fin a los combustibles fósiles» y, sin embargo, no hay medidas concretas.

La COP26 no sirvió para que los países que emiten más gases de efecto invernadero dejen de «retrasar su descarbonización y las medidas necesarias» para lograrla, apunta Seo Birdlife. «La eliminación progresiva de las subvenciones al carbón y a los combustibles fósiles es débil», dice Greenpeace. «Reducir un 45% las emisiones para 2030», como recoge el documento, «debe ponerse en práctica».

Mercado de carbono

El mercado de carbono era el punto crucial para medir las emisiones de gas de efecto invernadero, controlar a cada país y crear mecanismos para que sean transparentes. Pero lo suscrito para aplicar lo que también se conoce como el Artículo 6 de París «provocará mayores emisiones» por las condiciones aceptadas en el acuerdo final suscrito, dice Cristina Alonso, responsable de Amigos de la Tierra.

Se instaura, por el contrario, un «lavado verde» a los «grandes emisores». «La estafa de las compensaciones recibió un impulso en Glasgow con la creación de nuevas lagunas que son demasiado grandes», argumenta Greenpeace.

Como «las reglas para la puesta en marcha de los mercados de carbono establecidos en París», en palabras de Ribera, están relacionadas directamente con las emisiones de gases de efecto invernadero, esta organización discrepa en que exista un compromiso real para finalizar el uso de combustibles fósiles y las ventajas fiscales que le otorgan los Estados.

Al hablar de «emisiones absolutas», como se hace en el documento final, se crea una hipotética balanza con lo que puede absorber el ecosistema. Se trata de permitir la combustión fósil (petróleo, carbón) siempre que la suma final sea «cero neto», algo difícil de comprobar y que los ecologistas llaman una «falsa solución». «En el lenguaje del G20 se habla de 'subvenciones ineficientes', lo que no deja claro el mensaje y que podría ser una excusa para que de alguna manera alguna subvención pudiese considerarse eficiente», responde Alonso.

Lo reconoce el Ministerio de Transición Ecológica: «se abre la puerta a introducir unidades de mercado del Protocolo de Kioto en el sistema de París, lo cual tiene un potencial efecto negativo en la ambición». Es decir, los firmantes de la COP26 han creado un coladero de emisiones.

Financiación

Las ONG llaman a la COP26 «la cumbre más excluyente de la historia», debido a que los Estados ricos se «esconden» tras «propuestas privadas e indefinidas» para no aportar sus cuotas hasta llegar a los 100.000 millones de dólares anuales para la adaptación y mitigación de los países pobres, dice Amigos de la Tierra. «La cumbre ha fracasado», sentencia Lourdes Benavides, responsable de Justicia Climática de Oxfam Intermon.

Greenpeace considera un triunfo que se haya reconocido lo obvio: que los países vulnerables ya están sufriendo pérdidas y daños reales por la crisis climática. No obstante, las aportaciones prometidas para paliar la devastación está lejos de lo que «se necesita en el terreno», dicen.

La razón la asoma 350.org: «Los negociadores se vieron superados por los grupos de presión», indica su director en el Pacífico, Joseph Sikulu. «Había doce lobistas a favor de los combustibles fósiles por cada negociador, y el Gobierno de Reino Unido hizo que fuera inseguro para la sociedad civil asistir a las conversaciones».

Aunque se logró un objetivo para la financiación de la adaptación, reconoce Oxfam, «los países desarrollados bloquearon la reconstrucción (de los países afectados por la meteorología) y todo lo que aceptan es financiar con limitaciones la asistencia técnica y dialogar», acusa Gabriela Bucher, directora ejecutiva de Oxfam Internacional. «Resultado irrisorio» y «oídos sordos» frente al «sufrimiento de millones de personas», señala.

Los retrasos en concretar las ayudas al tercer mundo son «inaceptables», dice Seo Birdlife. ¿Por qué firmar un documento que rebaja la ambición en la lucha contra el cambio climático de manera tan evidente? Ecologistas en Acción responde: «Para poder seguir manteniendo viva la llama del trabajo conjunto». Quizás allí está la buena noticia.

España contra el gas y las nucleares

Durante las negociaciones, España «no respaldó la petición de algunos estados miembro de incluir el gas natural o la nuclear» dentro de las energías limpias. Tampoco que se les considere para el sistema de financiación europea, con capital privado, que llama «taxonomía verde», y que considera un «instrumento clave para contar con referencias comunes que puedan ser usadas con inversores», dice una fuente del Ministerio de Transición Ecológica, sobre su posición en este punto de la negociación.

Los logros destacados para el Gobierno de Sánchez han sido el llamado a «reducir el uso del carbón» y a poner «fin a los subsidios a los combustibles fósiles», señaló la vicepresidenta Teresa Ribera en un comunicado, al final de la cumbre. «Da los pasos», dice. Ella, al contrario que las ONG, ve el vaso medio lleno. Es «un buen acuerdo que sienta las bases para la nueva etapa hasta 2030». Además «mantiene vivo» el compromiso para que la temperatura del planeta no supere 1,5ºC. La posición oficial estuvo en desacuerdo, aunque firmara el documento final, con que se trasladaran criterios del Protocolo de Kioto al Acuerdo de París, lo que abre la puerta a «hacer trampa al solitario» en cuanto a la reducción de emisiones de gases de efecto invernadero y, por tanto, a frenar el calentamiento global.

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