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El viaje del invento a la patente

El viaje del invento a la patente

Representantes de cinco equipos científicos explican ante 200 estudiantes la cara b de la ciencia, la necesidad de registrar los descubrimientos. El encuentro continua hasta mañana en el Elder.

Miércoles, 9 de octubre 2019, 06:00

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¿Qué tienen en común una microalga rica en betacarotenos, una pasta moldeable de fibra de papel reciclado, un derivado vitamínico para el control de plagas de psílidos, un sistema para generar texto manuscrito y un método para la detección de fold-over en implantes de porta-electrodos? En trazo grueso la respuesta más racional es nada. Sin embargo quienes han creado de la nada estos cinco inventos se deben enfrentar al mismo procedimiento burocrático: lograr una patente de su invento que les permita lograr rédito económico del mismo comercializándolo allí dónde se les reconozca.

De ello hablaron ayer cinco grupos de creadores e inventoras en la jornada inaugural de Patens Week Gran Canaria, un evento «pionero en el Estado», señala la organización, que durante tres días se celebra en el Museo Elder de la Ciencia y la Tecnología de la capital grancanaria.

Cinco representantes de los equipos que han desarrollado estas patentes explicaron ante dos centenares de estudiantes de entre 13 y 16 años de cinco institutos de Agüimes, Santa Brígida, Telde y Las Palmas de Gran Canaria el oficio de la invención.

Desde el desarrollo de la idea hasta la culminación de un prototipo capaz de servir para aquello que fue ideado. El problema, como coincidieron inventores y creadoras, es el largo proceso de que se reconozca el invento para poder comercializarlo. De hecho, la mayoría de los productos inventados por estos equipos aún no ha saltado a esa fase.

La bioquímica italiana Marianna Venuleo, trabajadora del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC), expuso la invención de un procedimiento que amplía las posibilidades de las tradicionales salinas creando una sal con una microalga rica en betacarotenos por lo que el resultado final es una sal de color rosa con grandes perspectivas «en el mundo gourmet». También tiene «muchas posibilidades» el invento de Carlos Morán, una pasta modelable que ideó por su propia necesidad como escultor, y que ahora comienza el camino de la comercialización bajo el nombre de Formaché.

Pero no son los únicos. El alumnado aprendió la aplicación médica de un método para generar texto manuscrito ideado por un equipo de la ULPGC, o cómo salvar los naranjos del ataque de psílidos –un tipo de insecto– o, al menos, detener su deterioro, pero también aprendieron que la ciencia tiene otro lado, el de la necesidad de proteger la autoría patentando los inventos.

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