Y llegó el día en que aprender dejó de ser algo divertido
En un país donde la formación tiene que mucho que mejorar, los pedagogos advierten del fracaso del modelo educativo tradicional
ELIZABETH LÓPEZ
Madrid
Lunes, 29 de marzo 2021, 13:46
El sistema educativo español registra una elevada tasa de fracaso y abandono escolar temprano porque «aprender ya no es divertido» y los estudiantes «están sometidos por un sistema social con el que no se sienten a gusto», avisan los educadores, partidarios de mantener la motivación y el juego desde la etapa infantil.
«Aprender ya no es divertido ni estimulante cuando te dicen qué y cuánto, pero sobre todo, cuándo hacerlo, cuando ya no te sientes capaz», argumenta la fundadora de Educa Bonito María Soto sobre el fracaso escolar, que vincula, en la etapa de secundaria, a una educación basada en el conductismo.
Reducir la elevada tasa de abandono escolar temprano es uno de los principales retos en España en materia educativa, como ha señalado esta semana en A Coruña el secretario del Estado de Educación, Alejandro Tiana, y también uno de los objetivos de la nueva ley de Educación LOMLOE, que contempla un «sistema flexible y abierto, con un currículo más competencial».
Según Soto (A Coruña, 1982), miembro de Disciplina Positiva España y autora del libro 'Educa Bonito', el fracaso y el abandono escolar «son una realidad provocada por una forma de enseñar basada en el condicionamiento y en un sistema de refuerzos que desvían las capacidades de aprendizaje hacia la búsqueda del propio refuerzo o la evitación del castigo».
Es decir, el niño no hace los deberes porque le guste quedarse en casa y no ir al parque, sino porque tiene miedo al reproche o al castigo; no se queda una noche en vela para conseguir el diez porque le apasione la materia, sino porque ha malentendido que debía ser el mejor, ejemplifica la educadora coruñesa.
Además, añade, «el sistema educativo es reflejo de una sociedad que aprende a base de premios o castigos», todas las normas sociales están delimitadas por multas y condenas que las regulan, por lo que «el crecimiento y la responsabilidad personal están condicionados». Tras perder la motivación inicial que empujaba a los niños a aprender y sometidos por un sistema social que no tiene en cuenta sus necesidades de pertenencia y significancia, dice Soto, «no se sienten a gusto, no entienden el sentido de su etapa escolar y abandonan ese camino».
El porcentaje de personas de 18 a 24 años que no completó la segunda etapa de Educación Secundaria y no siguió ningún tipo de formación en España el año pasado fue del 16 %, por lo que el objetivo de la estrategia Europea 2020 para España es reducir el abandono escolar temprano por debajo del 15 % (10 % en UE).
Con la pandemia de la covid, lo que le quedaba a la escuela como centro de adquisición de habilidades sociales «ha quedado aplazado» y el hecho de no poder compartir, de no poder utilizar los momentos de ocio en la escuela de forma creativa, de haberla convertido en un centro de control «va a traer consecuencias a largo plazo».
Por ello aconseja priorizar las necesidades humanas, proponer modelos que fomenten la cooperación y que dejen de basarse en puntuaciones que limitan la creatividad y la curiosidad infantil, para que «las niñas y a los niños sean partícipes de la construcción de sus propios sistemas educativos, escuchando sus inquietudes, sus motivaciones y su maravillosa manera de mirar al mundo, sin juicio».
Comparte esta forma de educar desde la etapa infantil Pilar Becerra, que dirige la escuela infantil Pibes desde 1987, donde «los niños juegan al aire libre y aprenden con el juego, tienen libertad para descubrir y avanzar en sus aventuras entre ellos». «Aquí es la manera de aprender, los motivamos jugando y cada uno aprende a su ritmo, no se impone nada», subraya en una entrevista con Efe Pilar Becerra, cuya escuela infantil, con una veintena de niños de 0 a 3 años, no ha registrado ningún caso de covid desde el inicio de la pandemia.
Ubicada en el barrio coruñés de Feáns, donde se registraron los primeros contagios de covid, solo uno de los padres puede acceder con el niño hasta la entrada y las profesoras entran por otra puerta, donde dejan la ropa de calle para ponerse su uniforme.
Aunque aquella etapa del confinamiento, hace ahora un año, fue «horrible» por la incertidumbre, los erte y el cierre de casi todo, recuerda la educadora, este centro infantil está desde septiembre casi a pleno rendimiento y sus alumnos «son unos campeones, se comportan mejor que los adultos».
«Aceptaron las normas y limitaciones y las normalizaron ellos, asumen la nueva realidad con mascarilla y las líneas que no pueden cruzar, se lavan las manos varias veces, se quitan los zapatos al llegar pero -lamenta- ya no pueden traer juguetes».