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¿Cómo es más llevadera la cuarentena, solo o acompañado?

¿Cómo es más llevadera la cuarentena, solo o acompañado?

El confinamiento pone a prueba nuestra convivencia con otros... o con nosotros mismos. «Todo depende de cómo te afecte el hecho de no tener libertad y de cómo toleres el miedo»

Carlos Benito

Jueves, 1 de enero 1970

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En cierto modo, la crisis sanitaria del coronavirus nos ha encerrado en nuestra propia vida mientras lo trastocaba todo a nuestro alrededor. Para algunos, esto ha supuesto quedarse absolutamente solos, en una soledad que parece más profunda que antes de la pandemia, mientras que para otros ha implicado la proximidad constante de sus familiares o sus compañeros de piso. A las dos situaciones se les pueden encontrar sus pros y sus contras desde el punto de vista psicológico.

En soledad

Sin conflictos, pero con riesgo de caos

La cuarentena nos obliga a enfrentarnos con nuestra propia vida, despojada de adornos y distracciones, y pone a prueba nuestra relación con nosotros mismos. Lógicamente, el confinamiento en soledad será más llevadero si ya antes sabíamos estar solos, si el hecho de vivir sin compañía no nos suponía una carga indeseable. «Si te sientes solo cuando estás solo, entonces estás en mala compañía», escribió Jean-Paul Sartre, y las implicaciones de esa sensación de abandono se pueden agravar con la angustia de la pandemia. La soledad plantea evidentes ventajas a la hora de afrontar semanas de encierro: la intendencia se vuelve más sencilla (cada compra dura más) y no existen esos conflictos que pueden desencadenarse por los hechos más nimios. Pero, a la vez, existe el peligro de que la monotonía se vuelva insufrible y la desesperanza se adueñe de nosotros.

«Hay dos variables: cómo llevas el hecho de estar en casa, de no tener libertad, y cómo toleras la incertidumbre, el miedo. No es lo mismo vivir solo que vivir en soledad: hay personas que se encuentran a gusto consigo mismas, y ese estilo de vida puede aliviarles en esta situación, pero también hay soledades no deseadas, forzadas, como la de la persona a la que se la ha muerto el cónyuge», plantea la psicóloga Montserrat Lacalle, profesora de la Universitat Oberta de Catalunya y experta en gestión de la soledad.

De hecho, los terapeutas vuelven a comprobar estos días, a través de sus consultas telefónicas, que algunas personas que viven solas disfrutan de un tejido social mayor que otras que viven en familia, porque esa independencia les da tiempo para cultivar mejor la amistad. «Estos días, son más activos, quedan para charlar por videollamada...». La contrapartida es que la falta de obligaciones domésticas puede desbaratar un orden que se vuelve particularmente necesario en estos tiempos: «Los psicólogos siempre recomendamos mantener las rutinas, respetar un horario en cuanto al sueño y las rutinas. Si vives solo, a menos que seas una persona muy disciplinada, existe más riesgo de perder este encuadre, porque acabas diciéndote ‘¿qué más da si como ahora o más tarde?’». La jornada de cuarentena puede convertirse fácilmente en un caos de alimentación deficiente, maratones de series y horas y horas sin apartar la vista del móvil o el ordenador.

En familia o en grupo

La ansiedad se contagia a las relaciones

Igual que ocurría con la soledad, el hecho de que una cuarentena en familia o en grupo llegue con éxito a buen puerto dependerá de la buena salud de la relación. En principio, parece evidente que la compañía alivia los rigores del encierro: se mitiga la monotonía, ese desánimo de ver cómo los días se van repitiendo idénticos y vacíos (en especial, los niños introducen un factor de imprevisión que nos devuelve a la vida ‘de verdad’), y resulta más sencillo mantener la estructura básica que regía nuestra existencia, porque asuntos como comer o irse a la cama ya no dependen solo del propio albedrío. Pero, si el vínculo entre las personas que comparten confinamiento estaba viciado de antemano, la convivencia forzosa e ineludible no hará más que acentuar el problema: ahí están casos dramáticos como los de las mujeres expuestas a su maltratador o los jóvenes cuya condición sexual es rechazada por sus padres. Lo de ‘más vale solo que mal acompañado’ pocas veces ha tenido más vigencia.

«La conflictividad aumenta. Si una pareja ya tenía enfrentamientos, o si la convivencia de la familia ya era complicada, la situación empeorará en esta situación extrema. Pero también pueden surgir problemas donde antes no existían: si estás ansioso, agobiado, irritable, la respuesta a cualquier cosa puede no ser amable, y me refiero incluso a asuntos tan nimios como quién baja la basura. Las personas no somos perfectas y a menudo nos mostramos un poco analfabetas a nivel emocional, ni siquiera nos damos cuenta de lo que sentimos», plantea Montserrat Lacalle.

La psicóloga recomienda trabajar un poco con nosotros mismos para que este tiempo de cuarentena, sea en soledad o en compañía, no se convierta en un pozo de negatividad. «Por inercia, solemos atender más a lo negativo. De hecho, hay estudios que demuestran que disponemos de más vocabulario para hablar de cosas negativas», explica la profesora. En las condiciones de estos días, cuando nos dominan el miedo y la aflicción, esa tendencia puede arrasar con los últimos vestigios de nuestro buen ánimo. «Pero los muy pesimistas tampoco son realistas –recuerda Lacalle–. Incluso en una situación como esta se pueden encontrar cosas positivas: hay gente que no había pasado nunca tantas horas con su familia, que nunca antes había cocinado... La clave al enfocar todo esto son los mensajes que te trasladas a ti mismo: al acabar el día, deberíamos repasar la jornada y pensar qué cosas positivas nos hemos encontrado».

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