Gran Canaria en la trinchera del cambio climático
«Este Día Mundial contra el Cambio Climático quiero reivindicar el papel de las instituciones locales. Somos quienes enfrentamos las olas de calor, los incendios y las lluvias torrenciales. Quienes restauramos, educamos y acompañamos»
Raúl García Brink
Consejero de Medio Ambiente, Clima, Energía y Conocimiento del Cabildo de Gran Canaria
Jueves, 23 de octubre 2025, 23:09
Durante los últimos años hemos avanzado mucho en mitigación del cambio climático. Hemos desplegado energías renovables, mejorado la eficiencia energética, impulsado el autoconsumo, la movilidad ... eléctrica y la reducción de emisiones. La mitigación tiene un objetivo claro: atacar las causas del calentamiento global reduciendo los gases de efecto invernadero. Es una tarea difícil, pero conceptualmente sencilla: se trata de emitir menos.
Sin embargo, la otra cara del desafío —la adaptación— es más compleja. Adaptar significa prepararse para los impactos que ya estamos viviendo: olas de calor, incendios, sequías, inundaciones o pérdida de biodiversidad. Si la mitigación actúa sobre las causas, la adaptación lo hace sobre las consecuencias. Y eso la hace mucho más diversa, incierta y territorial. No existe una receta universal: lo que sirve en una comarca puede no servir para otra. Exige conocimiento local, coordinación entre sectores, planificación y también una nueva forma de pensar el desarrollo.
Gran Canaria comprendió esa necesidad antes de 2019, pero el gran incendio de aquel verano actuó como un acelerador histórico. Aquel fuego, que arrasó más de 10.000 hectáreas, no fue un punto de partida, sino un punto de inflexión. Confirmó que el cambio climático ya no era una amenaza futura, sino una realidad cotidiana. Desde entonces, redoblamos el paso. Ya no había tiempo que perder.
Seis años después, Gran Canaria se ha consolidado como un laboratorio de adaptación climática a escala insular. No lo decimos desde la retórica, sino desde la acción. En Maspalomas, el proyecto Masdunas está devolviendo la vida al sistema dunar, eliminando especies invasoras y recuperando la vegetación autóctona. Aumentamos el número de dunas, los ecosistemas se regeneran y el paisaje se defiende mejor frente al viento, la erosión y el calor. En el norte, el proyecto LIFE Nieblas ha conseguido algo tan poético como eficaz: captar agua del aire para restaurar un bosque de laurisilva degradada. Más de 17 ha con árboles endémicos crecen hoy gracias a la niebla, sin consumo de energía fósil. Y en la costa, el LIFE COSTAdapta ensaya una nueva forma de proteger el litoral con estructuras naturales, piscinas de marea y arrecifes blandos que reducen la energía del oleaje y regeneran playas y biodiversidad. No levantamos muros: reconstruimos equilibrios.
También estamos aprendiendo a adaptar nuestros espacios urbanos y turísticos. En la zona de Maspalomas, el proyecto HORIZON Natalie aplica soluciones basadas en la naturaleza para reducir la contaminación del agua de escorrentía y mejorar la calidad ambiental de la Charca. Pero lo más importante no es solo la tecnología, sino el método: la co-creación con vecinos, técnicos y asociaciones. La adaptación empieza participativamente y en la calle, no solo en los despachos. En este sentido, el modelo de drenaje urbano sostenible desarrollado allí es un ejemplo pionero que permite gestionar el agua de lluvia y reducir el riesgo de inundaciones, igual que el parque inundable de La Laguna, que también se desarrolla en el marco del proyecto NATALIE y que, tarde o temprano, deberemos traer a Gran Canaria.
En paralelo, el sistema ALERTAGRAN combina inteligencia artificial y sensórica para anticipar incendios e inundaciones: uno de sus móduls detecta columnas de humo en tiempo real con cámaras repartidas por la isla, y el SiATI, actualmente en fase de licitación, permitirá monitorizar cuencas y embalses para reforzar la gestión del riesgo hídrico cuando se produzcan lluvias torrenciales. Hablamos de tecnología pública, abierta y al servicio de la seguridad climática insular.
En el interior, Gran Canaria ha hecho del fuego una lección de convivencia. El proyecto Gran Canaria Mosaico apuesta por una prevención activa, transformando el paisaje para hacerlo más resistente. Las zonas pastoreadas reducen el combustible vegetal y las quemas prescritas mantienen el equilibrio ecológico. Además, el Cabildo impulsa un sistema pionero de pago por servicios ambientales para reconocer la labor de los ganaderos y agricultores que gestionan el territorio. Cada pastoreo, cada huerto, cada bosque húmedo en un barranco son piezas de un paisaje mosaico que frena los grandes incendios y revitaliza la economía rural.
Gran Canaria no parte de cero. Somos firmantes de la Misión Europea de Adaptación al Cambio Climático, participamos en el programa MIP4Adapt y contribuimos con nuestra experiencia en diferentes foros tanto en Canarias como a nivel español y europeo. Así, hoy participaré como ponente invitado en la clausura del Life Nadapta en Pamplona para proyectar nuestras buenas prácticas y aprender de otros territorios.
Además, trabajamos estrechamente con la Federación Europea de Agencias y Regiones para la Energía y el Medio Ambiente, contribuyendo a la redacción de documentos estratégicos y a la organización de eventos europeos sobre adaptación al cambio climático en territorios insulares y ultraperiféricos. Este intercambio de conocimiento nos ha permitido situar a Gran Canaria en el debate europeo sobre resiliencia territorial y políticas locales de adaptación.
Pero la clave de nuestra acción no está en Bruselas, sino en los pueblos y comunidades que recuperan sus barrancos, sus huertos y sus montes. Porque la adaptación no es solo una cuestión técnica: es una decisión política. Supone repensar la economía, la planificación territorial, el modelo energético y hasta la forma en que concebimos el bienestar. Cada árbol plantado, cada sensor instalado y cada campo cultivado son también una declaración de intenciones: queremos seguir viviendo aquí, y hacerlo mejor.
En el último mes y medio, hemos dado un paso más presentando propuestas a convocatorias europeas que reflejan ese compromiso. Una centrada en la restauración costera, otra dedicada a buscar soluciones frente a las inundaciones en zonas litorales, y una tercera orientada a reducir el impacto de las olas de calor en las medianías, en colaboración con universidades e instituciones europeas. Tres iniciativas que comparten un mismo propósito: anticiparnos, cooperar y aprender con otros territorios para acelerar la adaptación.
Sin embargo, todavía tenemos grandes retos por delante. El primero, formar en adaptación. Necesitamos que técnicos, urbanistas, ingenieros, agricultores y educadores cuenten con herramientas para planificar y gestionar territorios más resilientes. Numerosos estudios lo advierten: la falta de formación específica es una de las principales barreras para avanzar en adaptación. No basta con sensibilizar: hay que capacitar para actuar.
El segundo reto es consolidar una planificación urbana adaptativa, basada en datos, conocimiento científico y análisis de vulnerabilidad. Necesitamos mapas térmicos, sistemas de información climática integrados y capacidad técnica para incorporar la variable climática en cada plan, obra o servicio público. Europa ya nos ofrece ejemplos inspiradores: en Croacia, la agencia REGEA ha desarrollado metodologías para integrar la adaptación y la energía en la planificación urbana, con casos como Karlovac, donde se aplican criterios verdes —infraestructura natural, cubiertas vegetales, suelos permeables, gestión sostenible del agua—. Ese es el camino que debemos seguir si queremos que la adaptación deje de ser una estrategia y se convierta en norma.
Por eso, este Día Mundial contra el Cambio Climático quiero reivindicar el papel de las instituciones locales. Somos quienes enfrentamos las olas de calor, los incendios y las lluvias torrenciales. Quienes restauramos, educamos y acompañamos. En Gran Canaria lo sabemos bien: la adaptación se gana desde lo local. Mientras existan territorios dispuestos a actuar, la esperanza no será un discurso: será un plan de acción. Y por eso —ayer, hoy y mañana—, las instituciones locales siempre estaremos en la trinchera.
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