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Imagen de la Venta del Moro, en el límite entre Valencia y Cuenca, tras el incendio de los últimos días. efe
La ola de calor alumbra el año con más monte calcinado del último decenio

La ola de calor alumbra el año con más monte calcinado del último decenio

La posibilidad de nuevos megaincendios como el de la Sierra de la Culebra es altísima «porque los bosques son un polvorín», advierte WWF

Martes, 5 de julio 2022, 13:38

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España acaba de estrenar el verano y ya vive su peor año de incendios forestales desde hace una década. En los primeros seis meses de 2022 se han quemado casi 70.000 hectáreas de bosque y montes, una superficie calcinada siete veces el tamaño de Barcelona y que duplica con creces el terreno abrasado por las llamas en años anteriores.

El punto álgido de la tragedia ambiental se vivió durante la ola de calor que asfixió al país entre el 10 y el 19 de junio. El avance de datos oficiales confirma que solo en junio se registraron nueve superincendios forestales (los que arrasan más de 500 hectáreas), la mitad de los habituales en todo un año, que se quemaron 53.092 hectáreas, las dos terceras partes de la superficie quemada por las llamas desde el 1 de enero.

La mitad de todo el destrozo corresponde a un solo fuego, el que devastó 24.737 hectáreas en la zamorana Sierra de la Culebra. Es, como confirman los expertos de WWF, un ejemplo de libro de lo que se conoce como megaincendio o incendio extremo. Un fuego forestal desatado y explosivo, con una potencia calorífica descomunal y un velocidad de propagación vertiginosa, que en cuestión de minutos desborda la capacidad de los medios de extinción y no es posible controlar en días.

Estos especialistas alertan de que cada vez veremos en España más megaincendios, que no solo causan un desastre ecológico sino que entrañan un gran riesgo de víctimas mortales. La tendencia de las últimas décadas es a que cada vez haya menos fuegos forestales, incluidos los de un tamaño importante, pero que se produzcan más incendios extremos.

Los naturalistas aseguran que solo un plan de choque que recupere el pastoreo en las áreas de riesgo podrá prevenir los fuegos extremos

Si en la década de los 80 era normal sufrir más de 150 superincendios al año, ahora la media oscila entre 15 y 20 en cada ejercicio. La razón fundamental es el buen dispositivo de extinción español, considerado uno de los mejores del mundo, que ataja la mayoría de las llamas antes de que pasen a mayores. Pero el fuego extremo va cada vez a más. Han hecho falta 55 años para que España sufriese 20 megaincendios de más de 20.000 hectáreas cada uno, pero la mitad de ellos se registraron en solo dos décadas, las últimas. Es más, los dos fuegos más terroríficos de esta veintena, el de las Minas de Riotinto (Huelva) y el de Cortes de Pallas (Valencia), los únicos que rozaron las 30.000 hectáreas devastadas, se produjeron en 2004 y 2012. El desastre de la Sierra de la Culebra es ya el tercero peor del siglo.

¿A qué se debe la reiteración de fuegos que superan a helicópteros y bomberos? A las olas de calor y sequía que cada vez con más frecuencia provoca el cambio climático y a que «los bosques españoles son un polvorín», resumen WWF. Los terrenos forestales, aclara Lourdes Hernández, experta de la ONG naturalista, están repletos de maleza y matorrales debido al abandono rural y a la alta eficacia de los bomberos, que sofocan los pequeños fuegos que limpian las arboledas. Son auténticos depósitos repletos de combustible natural que cuando se añaden temperaturas tórridas y vientos favorables propagan las llamas tres veces más rápido de lo que en el pasado era habitual y amplifican la virulencia calorífica y el fuego de copas hasta hacerlo imparable.

Cortafuegos natural

Su diagnóstico es que la amenaza de los megaincendios no la podrán reducir los dispositivos de emergencia, por más medios y personal que reciban. Sus técnicos creen que la capacidad de lucha de los equipos antincendios ha llegado a su límite. La única posibilidad, indican, es la prevención basada en el propio territorio. Reconfigurar las zonas boscosas y de montaña para minimizar el biocombustible que almacenan y para que actúen como cortafuegos de los incendios descontrolados.

Para ello, concluye Hernández, hay que poner en marcha un plan de choque institucional, con ayudas a los productores, que reactive la existencia de cultivos y pastos alrededor de las arboledas -creando un mosaico cortafuegos- y que recupere los rebaños de herbívoros y el pastoreo extensivo -que limpia el bosque- al menos en las zonas de más alto riesgo de incendios. Desde luego en enclaves como Galicia, Asturias, Cantabria, León y Zamora, que concentran más del 40% del territorio abrasado por el fuego.

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