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La Graciosa, aislada, sigue sin contagios

La Graciosa, aislada, sigue sin contagios

Los pescadores siguen saliendo estos días a faenar

Arrecife

Jueves, 1 de enero 1970

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La Graciosa está desconocida. El encierro lo ha transformado todo. Caleta de Sebo ha dejado de ser lo que era desde hace dos semanas. Nada más llegar al muelle, la imagen sorprende y está muy lejos de la realidad de una isla en la que durante todo el año hay turismo y se mezclan los visitantes con el residente de forma muy cercana y directa en apartamentos y no en complejos.

Desde el domingo 15 de marzo en que entró en vigor el decreto del estado de alarma, el turismo se cortó de forma radical y este hecho lo ha transformado todo en la isla. La primera prueba que demuestra que todo es distinto se ve en los barcos de línea que van y vienen de Órzola ( Lanzarote), que se han reducido de forma radical a dos viajes al día (uno de mañana y uno de tarde por cada una de las dos compañías que operan) y los viajes van y vienen prácticamente vacíos con apenas uno o dos pasajeros a bordo.

En general trabajadores que llegan a Caleta de Sebo para realizar instalaciones u obras, el delegado de Bankia, o vecinos que por cuestiones sanitarias o asuntos muy puntuales se mueven de una isla a otra, siempre cumpliendo los requisitos del decreto de confinamiento.

En el pueblo todo es diferente a cualquier día normal. La explanada del muelle está desierta. Todos los negocios están cerrados a cal y canto. Bares, restaurantes o terrazas, bazares u otros establecimientos están sellados. Ni siquiera los clásicos taxis todoterreno están operativos.

Por las mañanas todavía se ve algo de vida, cuenta el vecino Miguel Páez. Algunos lugareños que van al supermercado a hacer alguna compra, a la farmacia, a la ferretería, o los servicios habituales de limpieza, y pocas personas más. Pero cuando cae la tarde la soledad en las calles arenadas es total. «La gente se ha tomado muy en serio esta situación y desde el primer día los vecinos se encerraron en sus casas», según explica la edil delegada para la Octava Isla, Alicia Páez.

En el apartado sanitario las zonas consideradas comunes del pueblo son desinfectadas a fondo tres veces por semana. Espacios como los accesos a los supermercados, la caja de ahorros y el cajero automático, en la panadería, la ferretería, los contenedores de residuos o la zona del colegio, a pesar de estar cerrado y sin alumnos o el parque infantil en el que ningún niño juega.

Por suerte, la situación sanitaria está controlada, al menos de momento, no se ha producido ningún contagio, explica la edil, pero aún hay que esperar, porque no ha pasado todavía tiempo suficiente para que se reconozca ningún infectado desde que hace dos semanas dejaron de entrar foráneos a la isla.

Muchos estudiantes han vuelto a sus casas y otros han optado por quedarse en los lugares en los que cursan sus estudios, ante el riesgo de no saber cuándo iban a poder regresar, pero en general, y a pesar de la inquietud que supone estar lejos de sus casas, todos están bien y nadie se ha quedado aislado sin poder regresar a la Octava Isla.

Algunos pescadores siguen saliendo a faenar y los vecinos en sus casas dejan pasar el tiempo como buenamente pueden, al igual que sucede en el resto del mundo. Y cabe resaltar que el espíritu altruista sigue muy presente en muchos vecinos. Muchas mujeres se han puesto a hacer mascarillas para colaborar con los que más las necesitan y se vive muy de cerca el agradecimiento a los voluntarios de Protección Civil y de Emerlan, que desde que se inició esta crisis se han volcado en ayudar en lo necesario.

No obstante, desde siempre La Graciosa ha surtido de voluntarios a esta entidad y existe un profundo vínculo. Prueba de ello fue el homenaje que los vecinos brindaron a los voluntarios saliendo a las puertas y ventanas de sus casas para dedicarles un sonoro aplauso de agradecimiento a su labor de ayuda.

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