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El último herrero de los aperos de labranza

José Cañada aprendió el oficio de la fragua con 9 años mientras ayudaba a su padre

Arrecife

Viernes, 8 de marzo 2019, 09:05

Es el último herrero de los de fragua y martillo que quedan en la isla; y el último a quien la gente de campo puede todavía encargar herramientas y aperos, que en ningún otro sitio pueden encontrarse. Por eso dice José Cañada «que perdonen mi falta de modestia, pero las instituciones deberían preocuparse porque el campo siempre necesitará una herrería», alguien que siga haciendo este tipo de herramientas que ya apenas se encuentran, ni siquiera en ferreterías, y que él lleva más de cincuenta años haciendo por encargo.

Elementos como sachos, rejadas para podar el tronco de la villa, plantones fraguados de acero en caliente y rastrillos; así como piezas de hierro exclusivas de lagares, arados y otros componentes de correajes de animales, que aunque pueda parecer que están ya en desuso, todavía se demandan.

Son estos pedidos específicamente elaborados en la fragua y otros más ligados a la cerrajería los que han mantenido el taller de Pepe Cañadas durante casi medio siglo con sus puertas abiertas y que han hecho que hoy día sea el último referente de este gremio.

Se inició en el oficio con apenas 9 años de edad, en plena posguerra, en el aprendizaje de la fragua ayudando a su padre al salir del colegio. «Eran tiempos muy duros, donde no quedaba otra que aprender un oficio y estudiar al mismo tiempo», rememora este maestro, «sin embargo, una vez terminé el bachillerato, algún gusanillo debió picarme, porque después de licenciarme de la mili decidí dedicarme por entero a la herrería de mi padre».

Y a partir de ahí empezó de cero a aprender a soldar y el oficio de la cerrajería que compaginado con la forja le permitieron ir abriéndose camino. En los primeros años cuenta que el negocio estaba en la venta de herramientas para el campo, destacando los arados, pero sin olvidar todo tipo de herramientas. Eso sí, sin prestar gran atención al sector naval, pues ya existían industrias específicas en Puerto Naos.

Posteriormente, con la llegada del turismo y el declive de la agricultura, «la demanda dio un viraje». Sobre todo hacia la cerrajería propiamente dicha, a la fabricación de puertas, ventanas o enrejados para hoteles, apartamentos, y con el tirón de la construcción el negocio se fue ampliando.

Sin embargo, tras la última crisis de la construcción y aunque su taller se ubica lejos de Arrecife, a medio camino entre la capital y San Bartolomé, son muchos los turistas y visitantes de la península, principalmente, los que acuden a visitarle para hacerle pedidos más artesanales de piezas. Faroles (similares a los que en su día diseño el propio César Manrique) y otros elementos ornamentales aún salen con frecuencia. Una demanda que ha ido creciendo y que todavía le mantiene ocupado, «incluso más de lo que quisiera».

También elabora, bajo pedido, barbacoas de hierro forjado, espadas propias de los Ranchos de Paca, que ya nadie fabrica y que solo pueden hacerse a base de fragua y martillo; así como ballestas de vehículos todoterrenos, adornos, ornamentos, algún mueble y otras piezas que no se encuentran en ningún sitio porque ya nadie las fabrica y sin que pueda pensarse en un relevo generacional que mantenga este gremio cuando Pepe Cañada se jubile.

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