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Una peluquería sin barreras

Una peluquería sin barreras

El casco de Jinámar cuenta desde el 5 de febrero con un nuevo centro de belleza adaptado a personas con movilidad reducida, único en Europa. Una iniciativa de Oliver Alemán y Alexis Santana para mejorar las condiciones de sus clientes tras 20 años en el sector de la peluquería y la estética.

Ingrid Ortiz Viera y / Telde

Jueves, 1 de enero 1970

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Hace dos años, aproximadamente, a Alexis Santa y Oliver Alemán se les planteó una disyuntiva: cerrar su negocio tras veinte años de servicio o renovarse por completo, y como buenos emprendedores, apostaron por lo segundo.

«Nos planteamos dejarlo y descansar después de tantos años, pero eso significaba dejar a nuestros empleados en la calle y decidimos apostar por una idea que, sobre todo, iba a facilitarles la vida a nuestros clientes», explica Santana paseándose por el nuevo salón.

Espacios amplios, lavacabezas que se amoldan a la entrada de distintos tipos de sillas de ruedas, camillas electrónicas que bajan hasta el suelo, duchas y baños acondicionados... Así, el Salón de Belleza Selena se posiciona como el único adaptado a personas con movilidad reducida de Europa, según sus propietarios, y lo hace sin perder de vista la pasión de Santana: la decoración. «Queríamos que fuera algo bonito y estético pero donde también se sintieran integrados; no tenía por qué ser un espacio sobrio», apunta Santana, que afirma que para atender estas necesidades especiales en la remodelación han pedido consejo directamente a sus clientes.

La primera cita de la mañana entra de pronto y se sorprende de «lo maravilloso que ha quedado todo» mientras una de las trabajadoras le hace un pequeño tour. Ambos promotores confiesan que temían que el cambio perjudicara al negocio, sobre todo porque la nueva ubicación mantiene al local más bien escondido al tránsito. «El que viene aquí es porque sabe que esto existe», afirman ambos. Sin embargo, el día de la inauguración, Santana se sentía abrumado de la cantidad de gente que recibió a las puertas de su centro: «Tuve que tomarme un momento porque se corrió la voz y muchos pasaban aunque fuera a saludar; fue increíble».

Tal fue el recibimiento que se ríe al recordar que una de sus clientas pasó junto a su madre y, al ver la cola para entrar en la peluquería, le dijo «mira hija, todavía se vela en la calle, como antiguamente».

En general, el cambio les ha entusiasmado a todos. «Antes, cuando venía alguien con movilidad reducida teníamos que levantarlo a pulso para moverlo», explica Santana, señalando que a pesar de que atiende una media de 100 personas diarias, de toda su cartera solo 10 están en silla de ruedas. «Nuestra intención al hacer esto no era que todas las personas con discapacidad de la isla vinieran aquí, sino mejorar la calidad de los que ya lo hacen». No es una opción rentable, asegura, precisamente porque el dinero invertido no se amortiza si se tiene en cuenta el número de clientes con necesidades especiales de una peluquería, pero «cualquiera podría ser un familiar, o nosotros en un futuro, y si podemos ayudarles, por qué no hacerlo».

155.000 euros sin ayudas públicas

El cambio de establecimiento ha significado un desembolso importante, reducciones de espacio y adaptación de horarios. Los socios, que aseguran que no han recibido ayudas públicas de ningún tipo, han costeado los gastos del local gracias a las donaciones de activistas y de la propia empresa que fabrica el mobiliario.

Alexis Santana estima que el proyecto ha requerido una inversión total de 155.000 euros, además de los 20.000 que significó el arreglo del tramo de la acerca al que da acceso el lugar para construir una rampa. El coste por cada lavacabezas adaptado fue de aproximadamente 6.000 euros, y el de cada camilla electrónica poco más de 3.000, unas cifras que de media habrían sido de 4.500 y 700 euros respectivamente. Del anterior local sólo han aprovechado los sillones, que aún deben tapizar; el resto han preferido donarlo.

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