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Una caña dulce ‘made in’ Jinámar

Una caña dulce ‘made in’ Jinámar

Las fiestas de la Concepción chuparán este año caña plantada en dos fincas en el entorno del Valle, en Bocabarranco. La iniciativa es de Ángel Álvarez, más por tradición que por rentabilidad

Jueves, 1 de enero 1970

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La caña dulce vuelve a Jinámar. Y ya no lo hace, de forma simbólica, como cada primeros de diciembre, para mantener viva esa tradición que la ha convertido en el emblema de las fiestas de la Concepción de Jinámar. Sino que gracias a la feliz iniciativa de un hijo del barrio, Ángel José Álvarez Pérez, vuelve para quedarse, para nacer, crecer y reproducirse en dos plantaciones que cuida en el entorno del Valle, en la desembocadura del barranco Real, en Bocabarranco. Hasta este año los 500 o 700 kilos de caña dulce que se chupaba en las fiestas eran importados de Mogán. Ahora tendrán el sello made in Jinámar.

Dice Ángel que esta apuesta suya responde más a un empeño personal por recuperar una marca de identidad del Valle que por rentabilidad. De alguna manera, y a otra escala muy distinta, ha cogido el testigo que dejó el conde de la Vega Grande, Agustín del Castillo Bethencourt y Amoreto (1826 a 1870), que aunque es más conocido por haber traído de Francia esa hoy maltratada joya nacional que es la Noria, también fue él el que resucitó para Gran Canaria, y para Jinámar, a mediados del siglo XIX, esa misma planta que dio de comer a Canarias entera en las primeras décadas tras la Conquista. Así lo contó el historiador y cronista de Guía, Pedro González Sosa, en un artículo en La Provincia, donde teorizaba con que fue el conde el que vinculó la caña a la Concepción. Lo cierto es que mientras hubo finca, hasta finales de los 70, allí hubo caña.

Las posesiones de Ángel no tienen las dimensiones de las del condado, pero le dan para colaborar con la fiesta. De los 2.000 kilos que tiene plantados, estos días cortó 500 para La Concepción. Aunque cocinero de profesión, la salud le jubiló temprano y ahora mata el tiempo cultivando la tierra de este cacho que compró a las faldas de la GC-1, muy cerca del mar, y donde se ha decidido a plantar caña. Con todo, recuerda, ya desde 1992 la venía vendiendo en un puesto que monta cada año para las fiestas. A cinco euros la caña. Se la compraba a uno de El Caracol. Ahora no hará falta. La corta en casa, en Jinámar mismo.

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