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Lanzarote, un viaje sensorial

Lanzarote, un viaje sensorial

El teldense José Rosales expone ‘Farión, escala 1:1’ en la ermita de San Pedro Mártir, una propuesta sugerente que lleva al visitante a sumergirse en un mundo espiritual de mar y lava

Jueves, 1 de enero 1970

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Uno entra y, más que ver, escucha. Siente un sonido con ritmo de letanía, entre relajante y desasosegante, ya eso depende de cada cual. Un tono azulado inunda la sala. Son sonidos de ballena. El autor quiere que el visitante se sumerja y pasee bajo el mar. Del techo cuelgan lienzos con textos, sinuosos, evocadores, que invitan a un viaje entre físico y espiritual que acaba, o quizás empieza, en la superficie, en la siguiente sala. Allí cambia el tono. Esta vez es más celeste, como a cielo. Y en mitad de la nave, la pieza que da nombre a la muestra, un farión escala 1:1, una galería a pequeña escala, como una cápsula de Lanzarote.

Esta es, en esencia, la original propuesta artística que ha traído a la ciudad el teldense José Rosales, afincado en la isla conejera desde hace unos 10 años. La muestra puede contemplarse y disfrutarse hasta el 22 de marzo, de lunes a viernes, de 18.00 a 20.00 horas. El acceso es libre. Los textos de la primera sala son de Víctor García, redactado para esta muestra, Michaux y Nietzche.

La pieza de la segunda sala evoca esos farallones de piedra que en Lanzarote llaman fariones, como los de la denominada Punta Fariones, y es el envoltorio físico con el que Rosales recrea una especie de pequeña galería en la que expone obras de pequeño formato. Sostiene el pintor que hay obras de reducido tamaño que no cuentan con espacios adecuados donde mostrarse. Estas galerías son la solución.

Pintura tridimensional

Y ese farión-galería, erguido sobre olas de metal y con formas externas inspiradas en la arquitectura típica lanzaroteña (tanto la tradicional como la resultante de las intervenciones de César Manrique), sugiere un viaje entre onírico y espiritual a los paisajes lanzaroteños de Rosales. Están el arrecife en la sala mirador, rodeada de espejos; un jardín de piedra con bombas volcánicas que casi parecen flores; la sala de las carbonizaciones, composiciones hechas con fuego sobre papel térmico; y la de las fluorescencias, una pared a varios volúmenes donde Rosales expone cuadros de formato pequeño que recrean «paisajes interiores, estados de ánimo». No son copias de paisajes, aclara, ni los colores son reales. «Son irreales en el exterior, pero reales en mi interior».

Y este universo, que para Rosales es una especie de pintura tridimensional en la que aporta su visión de Lanzarote «metida en una cápsula», se visita con un sonido de fondo de rompientes de agua, que abunda, otra vez, en la idea del farión que emerge del mar.

«Solo pretendo que el que venga se deje llevar, yo solo le abro una puerta con la idea de que al final esto le sugiera algo». Su inspiración fue Lanzarote. El resto, si acaso, lo pone cada cual. De hecho, el Cabildo de Lanzarote subvencionó la exposición y su idea es que sea itinerante, llevarla por las demás islas.

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