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Los más vulnerables, como en todas las crisis, están siendo los peores parados en esta pandemia. La cuarentena, los ERTE y los despidos han dejado en una situación aún más dramática a aquellos que sobrevivían gracias a la economía sumergida, los trabajos esporádicos o los contratos temporales. Y si hay un núcleo poblacional que representa a este sector en la isla es el que conforma Jinámar. Este barrio teldense de casi 18.000 habitantes presenta una de las mayores tasas de exclusión social, pobreza y desempleo de España, por lo que su situación de desamparo ante la covid-19 podría haber sido dramática si no fuera por el ingente esfuerzo de todos sus agentes sociales.
Para empezar, las entidades que colaboran en el Plan Integral de Jinámar no han dejado de ofrecer sus servicios a los vecinos del barrio con las nuevas tecnologías. Este proyecto impulsado por la Concejalía de Viviendas del Ayuntamiento de Telde, del que se benefician unas 6.000 personas, se ha vuelto más importante que nunca durante el confinamiento. Así, ocho de las agrupaciones que conforman este plan se han adaptado a las circunstancias y llevan desarrollando su labor social durante los últimos meses de manera telemática. La Fundación Canaria Yrichen, Cepa Jinámar, Radio ECCA, Mojo de Caña, Te Acompañamos, CEIP Hilda Zudán, Nutoro y el Club Deportivo Lila. Todos están adaptando sus recursos al estado de alarma y hacen posible los distintos programas de intervención comunitaria, social, familiar y socioeducativas que desarrolla este plan vital para Jinámar.
Y más allá de este proyecto que ha significado un impulso enorme para el barrio, los distintos movimientos vecinales de la zona también han dado un paso adelante. La Asociación Guillermo Casañas Gil, sin ir más lejos, ha aumentado el reparto de comida procedente del Banco de Alimentos y de la Cruz Roja. Juan Antonio Suárez Casañas, secretario del colectivo, advierte de que se están quedando sin reservas por el aumento de demanda, ya que la atención ha aumentado de 220 a 430 familias. Pero lejos de bajar los brazos, la asociación se dedica a tocar las puertas de las distintas empresas isleñas en busca de más colaboración para no dejar a nadie de los necesitados que se acercan cada mañana a la antigua Gerencia de Jinámar sin algo que echarse a la boca.
En este mismo inmueble, ubicado en el edificio de usos múltiples de Lomo Las Brujas, comenzará a operar de nuevo la asociación cultural Entre Amigos. Lo hará desde que se reincorporen los voluntarios de trabajo en beneficio a la comunidad y con el principal objetivo de combatir la pandemia. El colectivo que preside Jesús Santana lo tiene todo listo para sumarse a la iniciativa iniciada por la empresa Grumatec, cuyas instalaciones se ubican en el polígono de Jinámar. Esta entidad ha reconvertido su actividad y ahora dedica casi todos sus recursos a elaborar máscaras de plástico que sirvan de protección ante el coronavirus. Sus trabajadores producen al día entre 300 y 400 de estas caretas, y en su afán de involucrar a otras organizaciones, han encontrado en Entre Amigos un fiel colaborador.
El esfuerzo está siendo conmovedor entre los habitantes de este barrio marginal por protegerse unos a los otros, pero no es suficiente. Una muestra clara de la realidad de este gran pueblo, que soporta el parque de viviendas de protección oficial más grande de Canarias, es la situación de Loli Chirino, la presidenta de la UD Jinámar, quien lleva viviendo en la cantina del campo de fútbol Pedro Miranda desde hace cinco años. Queda mucho por hacer.
Si hay una voz autorizada para hablar de la realidad de Jinámar y de cómo las consecuencias del virus han afectado a sus vecinos, esta es la de Pablo Rodríguez. Sus dos décadas al frente de la presidencia de la asociación de vecinos La Concepción avalan al último pregonero de las fiestas de La Concepción y de la Caña Dulce. El confinamiento ha obligado a realizar un parón momentáneo a la labor altruista tanto de su colectivo como de la red solidaria que se encarga del reparto de alimentos. Sin embargo, sus integrantes, con Rodríguez a la cabeza, han buscado la manera de seguir ayudando. «Con el cierre de Mercalaspalmas nos quedamos sin provisiones, así que lo que hacemos es servir de nexo de familiares que están enfadados y no se hablan, pero quieren ayudarse a pesar de todo. Así que nos entregan la comida y nosotros se la hacemos llegar al destinatario sin desvelar su procedencia», explica el teldense. Eso sí, Rodríguez se muestra crítico con la actitud de algunos vecinos. «Hay mucha gente que no respeta la distancia social y se comporta como si no pasara nada», se queja. En todo caso, reconoce que la cuarentena ha afectado a muchos jóvenes del barrio que acababan de encontrar trabajo y vuelven a verse en la calle. «La gente lo está pasando mal, también hay quienes han realizado inversiones y ahora se ven endeudados y sin ningún ingreso», proyecta Pablo, un activista que seguirá luchando por sus vecinos.
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