Con los puestos a cuestas

Casi como las tortugas... o, si me apuran un poco, me atrevo a quitar el casi.

Piel encallecida y caparazón de pedernal, de tanto soportar golpes. La casa, o el puesto, porque para ellos es lo mismo, sobre la espalda. Y ese caminar pausado que tanto se asemeja al proceso previo a un traslado que les tiene alertados y alterados.

Así está la treintena de puesteros del mercado que debe desmontar sus negocios, cargarlos al hombro y volver a montarlos en otro lugar. ¿Cuándo? A saber. Por ahora, sólo afrontan un traslado forzoso y sine die.

«La alcaldesa nos reunió en diciembre para darnos cuenta del proyecto y, desde entonces, no hemos vuelto a saber nada oficialmente», comenta Juan Fernando Pérez, presidente de la Cooperativa de comerciantes del Mercado de Telde. «Ni siquiera están claras las condiciones de trabajo en la carpa de Narea».

Pérez asegura que queda mucha tela que cortar. «Falta por concretar más de la mitad de los aspectos más preocupantes y, en especial, los tema económicos. Estamos abiertos a negociar la posibilidad de compartir gastos, porque su idea es que nosotros lo paguemos todo y son cifras que algunos no podrán afrontar».

En concreto, los comerciantes deberán asumir los gastos de traslado referentes al personal, alquiler de grúas y almacenaje de la mercancía que no puedan llevar a la nueva ubicación. «Vaciar los puestos supone gastos y riesgos», afirma. «Por no hablar de la posible pérdida de clientela que, aunque pensamos que será un porcentaje mínimo porque tenemos compradores muy fieles, es indudable que la afluencia de personas se reducirá».

Pérez sí deja claro que las obras son necesarias. «Este edificio está pidiendo a gritos una remodelación desde hace años», admite. «Pero no hay calendario de negociaciones y si el proceso sigue a este ritmo, podríamos seguir aquí aún en septiembre».

Y es que en este asunto no caben medias tintas. O se trasladan o se quedan en casa los diez meses que duren las obras. «Todos estamos dispuestos al sacrificio, porque nuestras familias comen gracias a nuestros negocios», sentencia Pérez. «Y estamos hablando de cerca de 200 hogares».

José Calderín discrepa. «¿Sacrificarse para tener unas instalaciones en condiciones? Vale», se contesta. «Pero para muchos, supone un gran desembolso. Yo acabo de renovar mi puesto y me tocará pagar 3.000 euros. Algunos están pensando en rendirse y tirar la toalla».

Entre los más afectados se hallan quienes venden productos refrigerados, como pescaderías, carnicerías, queserías y puestos de embutidos, dadas las instalaciones de frío que requieren.

Aunque ese no es el caso de Ana Jiménez y Carmen Rosa Florido, ellas también se muestran preocupadas y asumen el traslado con resignación.

Ambas coinciden en que las obras son imprescindibles. «Desde hace tiempo, tenemos problemas de alumbrado, ascensores, pisos, techos, baños... Necesitamos el cambio», afirma Ana. «Y es imposible quedarse, porque Industria y Sanidad lo impiden».

Pero lo que les quita el sueño es que las obras no terminen antes de las elecciones de 2019. «¿Quién nos puede garantizar que los nuevos gobernantes asumirán este compromiso?», concluye Carmen Rosa. «Para el Gobierno actual, éste es su proyecto estrella pero, ¿el que llegue pensará lo mismo y lo continuará?».

Esa es la incertidumbre...

• Temas
• Obras