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David Ojeda y / Las Palmas de Gran Canaria
Jueves, 1 de enero 1970
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Ese es uno de los planes con los que se está perfilando el futuro del Mercado Central, nacido en 1957, y en lucha por su supervivencia en la expansión de su actividad como centro de abastos, que, por otra parte, seguirá siendo su uso principal ya que la ley obliga a que así sea en un 51% de su superficie y actividad.
Fernando García, su gerente, radiografía los planes de futuro para mantener en activo el que fuera centro principal de los mercados de Las Palmas de Gran Canaria y que hoy cuenta con unos 70 puestos y unos 50 socios. «Tenemos que buscar fórmulas para darle vida, especialmente en la planta superior, que en la actualidad tiene muchos puestos desocupados», expone.
El gerente del Mercado Central señala cuáles son las líneas maestras del proyecto. «Queremos que la azotea sea clave. Igual que la segunda planta, a la queremos dar un carácter take a home. En la azotea pretendemos crear un espacio para toda la familia, no un simple bar al aire libre. Queremos aprovechar la magnitud de la cubierta para crear varias terrazas, zonas ajardinadas y parques infantiles para que el hecho de venir a comprar sea para toda la familia», comentó.
Para ello, a su vez, afirmó que todo está encaminado. «Ya contamos con el capital para ello, porque trabajamos con un grupo de inversores que son del norte de la Península. Ellos pondrían los cinco millones de euros que nos costaría sacar adelante el proyecto. Porque no solo se trataría de habilitar la segunda planta y la azotea, se trataría de una reforma integral de todo el mercado, que necesita una modernización de sus instalaciones, ya que se llevaron a cabo algunos cambios que no mejoraron, sino todo lo contrario, su aspecto», expone.
Habilitar su azotea no es la única idea en la que se están dando pasos en el Mercado Central. Si el proyecto principal, con el que no trabajan en plazos ya que se sitúan a expensas de los ritmos de la administración, no saliera adelante, hay alternativas. Se baraja la opción de buscar una empresa que ofreciera una oferta complementaria. Se habla de supermercados tipo Lidl, cuyos productos y sus formas de venta al público, entienden, no entran en competencia con los productos que continuarían siendo la base de la rutina diaria del mercado en su planta baja. Aunque sus dependientes tendrían que adecuarse a nuevos ritmos y horarios.
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