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Un truhán en el Hotel Monopole

Un truhán en el Hotel Monopole

Es 14 de enero de 1929 y me encuentro en una pequeña barbería de Las Palmas, situada en un local del Hotel Monopole. Mientras espero para recibir un buen afeitado me deleito con la vista de la plaza Hurtado de Mendoza, leo la prensa y a la vez atiendo a la tertulia. La barbería lleva en funcionamiento desde 1909, y la plantilla la forman dos operarios y un chiquillo aprendiz. En las paredes cuelgan almanaques con vistas rurales del centro de Europa, hay una colección de postales y junto a la puerta una lista de precios en la que indica que el rasurado me va a costar 50 céntimos. Al fondo hay una puerta que conecta con el patio del hotel. El afeitado no es más que una excusa, lo que me ha traído hasta aquí es una historia que no tiene desperdicio. Lleva días siendo el tema preferido en bares y barberías. Les pondré al tanto. Más en el blog de Eduardo reguera

Eduardo Reguera /Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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Resulta que hace unos días se presentó en la Comisaría don Ramón Prats, dueño del Hotel Monopole, con la intención de denunciar a un señor llamado Manuel Samitier Colomier, viudo, de 36 años, abogado y natural de Huesca, porque el día 30 del pasado mes se presentó en dicho hotel pidiendo alojamiento. Una vez alojado en una cómoda habitación, acudió al restaurante y se puso fino, desapareciendo a la mañana siguiente sin abonar el gasto efectuado que ascendía a la cantidad de 18,75 pesetas. Un dineral en esta época.

El señor Prats manifestó que tenía entendido que dicho sujeto embarcó para Tenerife, y que de ser cierto, estaría haciendo hazañas parecidas como las que llevó a efecto aquí en Las Palmas, y que a continuación les cuento:

Hará cosa de un mes se presentaron en la Comisaría cuatro chauffeurs para denunciar que dicho sujeto había alquilado seis automóviles, sin haber abonado el importe de los viajes. A los pocos días fue denunciado por el dueño del Hotel Unión dejando una maleta vacía y una deuda de 315,50 pesetas, ¡una fortuna!

Dos agentes de policía salieron en su busca, enterándose por un camarero que el tal Samitier estaba en un conocido restaurante, y fue detenido cuando intentaba abandonar el local sin pagar la cuenta. Como premio a su intachable conducta pasó quince días entre rejas de donde salió el día 30 del pasado mes, que fue cuando llevó a cabo la estafa en el Monopol. Según cuenta Luis, uno de los barberos, ese día recibió un afeitado y un corte de pelo y pidió que lo cargaran a su cuenta dando su número de habitación.

Otra de las veces, apareció por la Mallorquina, una conocida dulcería de esta ciudad, y pidió al mozo una caja de bombones, de las grandes, diciéndole que era para enseñársela a no se quién, y que en caso de que le gustara le compraría más, y si no se la devolvería. El camarero, al ver que tenía buena presentación y parecía ser un caballero, se la dejó llevar y nunca más apareció.

También un alemán fue víctima de nuestro truhán al prestarle 300 pesetas, prometiéndole que le buscaría un empleo en la Compañía Italcable, pues alegó tener una gran influencia sobre el jefe. Empleando una técnica parecida levantó 13 pesetas a dos camareros, uno de la Mallorquina y otro del Hotel El Rayo.

Se acaba de levantar el caballero que estaba siendo afeitado y Luis me hace un gesto indicando que ya me toca. Pliego mi ejemplar de La Crónica y me acomodo en la silla. El barbero me pone una toalla húmeda y caliente en la cara y pasados unos minutos me aplica la espuma con una brocha de pelo de caballo. El debate sobre dicho sujeto continúa mientras la navaja se desliza por mi barba. Llega un caballero y dice traer noticias del estafador. En ese instante la navaja se detiene en mi bigote y todos los presentes prestamos atención. Cuenta que Manuel Samitier ha sido detenido en un café de la calle Canalejas, al parecer estaba fingiendo ser policía y estafaba con el pretexto de facilitar colocaciones. ¡Menudo fresco! Le espera una buena temporada a la sombra.

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