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Tres años de espera por una calle

Tres años de espera por una calle

Los vecinos de La Montañeta aguardan desde 2015 por que la historia del practicante que tanto ayudó a los pobres, Cristóbal Cabrera, no quede enterrada en el olvido. Quieren una calle para él pero «el Ayuntamiento de la capital nos da largas».

Jueves, 1 de enero 1970

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Al margen de los problemas del barrio, hay en La Montañeta una sensación de deuda histórica con uno de sus vecinos, Cristóbal Cabrera, al que llamaban hace décadas el padre de los leprosos por los cuidados y la dedicación que profesó a todos estos enfermos, pero también por la vocación mostrada como practicante a todos los vecinos del entorno de Tafira.

Carmen Sosa, de la asociación de vecinos La Graciosa de La Montañeta, se arremanga el pantalón para descubrir una cicatriz que corre paralela a la canilla. «Esto me lo curó él», explicaba, «fue un hombre bueno, siempre con el maletín por todos los sitios hasta la última hora».

El recuerdo del practicante Cristóbal Cabrera sigue vivo en las mentes de los mayores del barrio, quienes no quieren que se evapore bajo el progreso. Su agradecimiento solo se ve superado por su paciencia y por eso no cejan en su empeño de que una calle de la zona lleve su nombre.

En esas están desde el año 2015, cuando las asociaciones de vecinos La Hermandad del Fondillo, Bandama de Tafira Alta, Virgen de los Dolores de La Calzada, Tamaragua de Los Hoyas, Quilmes de Tafira Baja, La Graciosa de La Montañeta, la asociación cívico-cultural La Solana-El Plátano y la asociación Orden del Cachorro Canario, junto con otros 143 vecinos a título individual, solicitaron al Ayuntamiento que nominara la calle en favor de Cristóbal Cabrera.

Primero pidieron el tramo de la Casa del Gallo a la Cruz del Inglés «pero entonces aparecieron dos médicos y se la dieron a ellos»; luego desde la Casa del Gallo a la rotonda de Tafira Baja, pero el Ayuntamiento les respondió que ese tramo no ha sido municipalizado, con lo que no figura en el inventario de bienes y derechos del municipio, aunque el Cabildo de Gran Canaria les contestó que no existe inconveniente alguno en acceder a su propuesta. En este caso, el departamento de Obras Públicas que dirige Ángel Víctor Torres les aclaró que su punto de vista «ha sido puesto en conocimiento del Ayuntamiento, al ser el callejero municipal asunto de su competencia».

Ahora los vecinos aseguran que si al tripartito municipal tampoco le gusta, que lo pongan en la plaza de Tafira.

Peón y barbero.

Cristóbal Cabrera nació en Los Hoyos en 1903. Tras ayudar a su padre en una finca de los Cuyás, trabajó de peón en la carretera de Tafira a Marzagán, y luego montó una barbería en la plaza de Tafira Alta. Pero estos oficios solo servían para costearse los estudios de practicante.

Como se tenía que examinar en Cádiz, iba hasta Gando, donde pedía a los pilotos de las estafetas militares que lo dejaran volar hasta la ciudad andaluza. Y, a la vuelta, lo mismo.

Así se sacó la carrera. «Fue un practicante con vocación», explica su hijo, quien lleva el mismo nombre. «Ayudó siempre a los pobres», prosigue, «a la mitad de sus pacientes ni les cobraba y se pasaba toda la noche junto al enfermo si era necesario».

En aquella época a los pacientes se les trataba en sus propios domicilios porque el único hospital que existía era el San Martín.

También ingresó en la leprosería regional, que en aquella época estaba en la calle Veintinueve de Abril y en la Organización Nacional de Ciegos Españoles, donde el sueldo que cobraba no le llegaba ni para pagar el billete de la guagua.

Luego trabajó sin sueldo en la leprosería regional. Pasado un tiempo, el Cabildo de Gran Canaria lo contrató como practicante y allí estuvo trabajando unos cuarenta años. En 1980 lo sorprendió la muerte y su entierro abarrotó la iglesia y la plaza de Tafira Alta. Y fue entonces cuando descubrieron que sus pacientes, en el centro que hay en el entorno de San Francisco de Paula, lo llamaban «el padre de todos los leprosos». Falleció antes de que se descubrieran los medicamentos que curan la enfermedad.

Los vecinos del barrio de La Montañeta no entienden que desde el Ayuntamiento no tengan sensibilidad con su petición. «Hemos hablado con las concejalas Lourdes Armas e Inmaculada Medina pero no están dando largas», lamenta Tomás Sosa, de la asociación de vecinos de La Montañeta.

Ratas y una calle hundida.

Aparte de la defensa de la memoria de uno de sus vecinos, los residentes de La Montañeta muestran su descontento con la falta de interés que muestra el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria hacia sus problemas. «La concejala del distrito, Lourdes Armas, estuvo aquí hace tres meses pero como si nada», explica Tomás Sosa, de la asociación vecinal La Graciosa.

Se refieren los vecinos a la plaga de ratas que están sufriendo como consecuencia de las obras que se llevan a cabo en el vertedero de Salto del Negro. «Teníamos un trato especial que consistía en que cada mes se desratizaba la zona pero en este mandato no se ha hecho nada», lamenta Carmen Sosa, «estamos de ratas y de hormigas como nunca».

Además, denuncian el hundimiento de doscientos metros en la calle Isla de La Graciosa. «Emalsa vino y nos dijo que no era un problema de tuberías», añadió Tomás Sosa, «esto se asfaltó hace tres años pero no se acabó bien». El Ayuntamiento les dijo que el problema se iba a solucionar este año, pero 2018 se acaba sin visos de solución.

Por si fuera poco, exigen guardias muertos para evitar que los coches suban a toda velocidad. En el último accidente el conductor, que se dio a la fuga, chocó contra un coche aparcado.

Desde el Ayuntamiento se contesta que se hizo una desratización en septiembre y que se actúa así entre dos y tres veces al año. Además, se insiste en que no hay constancia del hundimiento de la calle.

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