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Las barreras que encierran a Sergio

Las barreras que encierran a Sergio

Sufre una discapacidad del 84% y pide que se retire un árbol que le impide salir de su portal. Lo quitaron, pusieron una valla y lo volvieron a poner, en una disparatada catarata de acontecimientos que evitan que su ya de por sí complicada rutina sea más accesible.

Viernes, 17 de julio 2020, 05:23

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Parece el sketch de un programa de humor surrealista. Y podría propiciar carcajadas si el protagonista de la situación no estuviera viviendo una escalofriante incomprensión por parte de la administración pública. Es el caso de Sergio Montesdeoca, vecino de Alcaravaneras que sufre un 84% de discapacidad y que cada día tiene que pasar por una prueba de obstáculos para salir de su residencia.

Araceli, su esposa, está harta de lidiar con el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria, al que le pide algo más de empatía. «Tengo los tobillos destrozados de llevarme golpes. La silla de Sergio es muy pesada y tenemos que poner una rampa para salir a la calle. Justo en nuestra puerta hay un árbol, y hemos rogado al Ayuntamiento que nos lo quite. Cuando después de mucho tiempo vinieron a quitarlo nos pusieron una valla que también nos hacía imposible movernos. Y cuando la quitaron nos pusieron un árbol de nuevo», relata impotente su esposa.

Esa concatenación de acontecimientos, delirantes, le ha llevado a un peregrinar por las oficinas municipales para tratar de conseguir que se eliminen las barreras que cada día les llevan a realizar maniobras complejas para poder salir de su casa. Entre los documentos que consignó ante el gobierno de la ciudad para pedir que se adecuara la acera a sus necesidades añadió una copia de un informe firmado por el equipo de valoración y orientación del Centro de Valoración de la Discapacidad de Las Palmas de Gran Canaria fechado el pasado seis de mayo. En este documento del Gobierno de Canarias se acredita, en la última línea que Sergio Montesdeoca «precisa de la eliminación de barreras arquitectónicas físicas».

Sus familiares han aguantado largas y malos modos. Su esposa ha tenido encontronazos con los empleados de las subcontratas que han ido, primero a poner la valla, y luego a reponer el árbol. Acciones que le dejaron sin respuesta del Ayuntamiento, a donde asegura haberse dirigido en numerosas ocasiones para tratar de encontrar una solución.

Mientras tanto, estos vecinos de la calle Alemania siguen lidiando con un problema añadido a la tetraparesia de Sergio. «Mi marido entró un día caminando en el hospital y cuando salió me lo devolvieron así», cuenta Araceli entre lágrimas, suplicando porque impere el sentido común.

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