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La araucaria de Bernardo brilla en Navidad

La araucaria de Bernardo brilla en Navidad

No tiene claro si lo llegó a consultar o no. Lo cierto es que Bernardo Guedes madrugó a conciencia un domingo de 1980 para plantar un bebé de araucaria en la rotonda de la plaza de España, en obras en aquel momento. Hoy es el ejemplar de más de 50 metros que el Ayuntamiento ilumina en Navidad.

Ibón S. Rosales

Jueves, 1 de enero 1970

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Nadie pareció percatarse de la presencia de un arbusto más en la plaza de España. Ni los jardineros ni los operarios que regaban y adecentaban la glorieta. «Y el mato pequeñito siguió allí. Y pegaron a pasar los años y los años. Creció un poco pero nadie le dio importancia. Los que sabían que yo lo había plantado, por estas fechas se acercaban al portal y me decían: ‘¡Bernardo, mira tu árbol!’», relata el conserje, que se animó, no sin reparos, a contar la historia de la araucaria de más de 50 metros de altura que el Consistorio ilumina desde hace unos años en Navidad.

El que fuera el amo de llaves del edificio Veracruz desde el año 1977 hasta el 2000 se encargó de poner el árbol de la Navidad de 1979 en una maceta, regarlo y cuidarlo. Pasadas las fiestas, se lo llevó a su casa pero era un estorbo y su mujer, Juana Suárez, le animó a replantarlo en frente, en la misma rotonda. Esta araucaria ha celebrado triunfos futbolísticos, sufrido las horas puntas de tráfico y desde hace unos años brilla en Navidad. El mismo Guedes espera que «dure, que los árboles viven más que las personas» y tiene la esperanza de que «aguante cuando haya algún temporal».

Ya jubilado, Guedes mantiene una vida activa y guarda muchos recuerdos de su etapa como conserje del edificio Veracruz. Ayer, durante la entrevista con CANARIAS7 fueron muchos los vecinos que se acercaron a saludarle, felices de verlo «tan bien y tan finito». Con 83 años Bernardo Guedes, como todos le conocen porque en realidad se llama Francisco, ve cómo ha evolucionado la zona de Mesa y López y recuerda las «agarradas» que su presidenta y el mismo tenían con las terrazas de la zona, que desplegaban tantas mesas que los vecinos no podían ni entrar con la compra a su edificio. «Tenían las terrazas manga por hombro con mesas por todos lados. Entonces cogimos y pusimos macetones», también sin permiso, era otra época. Y los macetones no, pero la araucaria sigue ahí, espléndida e iluminada una Navidad más.

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