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Cultura de abasto, cultura de barrio

Cultura de abasto, cultura de barrio

El de Altavista es el único de los mercados municipales alejado de las zonas nobles y de rasgos turísticos de Las Palmas de Gran Canaria. Y esa es la base de su fortaleza, la fidelización de una clientela de barrio, la confianza en el producto de un gran núcleo poblacional.

David Ojeda y / Las Palmas de Gran Canaria

Jueves, 1 de enero 1970

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Altavista mira al mar, encajonada entre la Escaleritas y Schamman. En sus calles se respira barrio. Y sus habitantes todavía acuden al mercado de abastos, enclave emblemático de Ciudad Alta, para completar sus despensas. Sobre todo personas de edad madura que llevan muchos años confiando en los comerciantes y el producto que se despacha en cualquiera de sus mostradores.

Esa es su fuerza. También, en cierto modo su debilidad. «La mayor nuestra parte de nuestra clientela la forma gente mayor. Necesitamos que la gente joven también venga a los mercados. Que vea la calidad de nuestros productos, la diferencia de lo fresco en relación a lo que traen los hipermercados. Que no tiene nada que ver: por mucho que tengan precios siempre hay que mirar la etiqueta. Y la diversidad de precios que existe aquí», expone Carmen Almeida, que trabaja junto a su padre Roberto, uno de los puesteros históricos desde la Carnicería Albertín.

Detrás de cualquier mostrador del Mercado de Altavista la respuesta es la misma. Todos presumen de la lealtad de los consumidores del barrio. «Tenemos la ventaja de ir directos al cliente. Que nos conoce desde hace muchos años, y eso es distinto a lo que puede encontrar en las grandes superficies. Con eso tenemos una ventaja con respecto a los supermercados, pero con lo que no podemos competir es con los precios. Pero si hablamos de calidad, apuesto por lo nuestro», expresa desde su puesto Antonio Jesús de la Guardia Ramírez, que lleva atendiendo 37 años a un público que «ya casi es como si fuera de mi familia».

Ese punto de vista también es defendido por Lorenzo Artiles El Sargo, que acude cada mañana a su jornada laboral en La Moganera, un puesto que lleva 52 años despachando pescado en Altavista. «Sobrevivimos, gracias a Dios, a la clientela que nos conoce hace muchísimos años. Pero también gracias a gente que llega nueva, que conseguimos que nos conozcan gracias al Facebook o al boca a boca. No se trata solo de tener buena mercancía, también del buen trato con el cliente. También realizamos servicios a domicilio», comentó.

El Mercado de Altavista también gana músculo en su exterior. La churrería clásica que se encuentra fuera de sus muros, o las cafeterías como el Kojak que decoran su fachada, sirve de punto de retroalimentación con los puestos de abastos clásicos al cruzar sus puertas.

Nuevas fórmulas.

Antonio Gómez es el gerente del Mercado de Altavista y cree que la clientela del barrio da cierta estabilidad a sus comerciantes, pero invita a buscar nuevas fórmulas para darle una nueva vida. «Hay que renovarse. Tener más iniciativa, tener la capacidad de ofrecer algo más al público. Cada uno es libre de hacer las cosas en su puesto. Entre las ideas que estamos trabajando y que esperamos definir en el corto plazo una de las cosas en las que creemos es la de adecuarnos a las necesidades del barrio, un servicio más personalizado. Por ejemplo ayudar a la gente a llevar sus compras a su casa, porque si no los podemos perder», dijo.

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