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La noche de los timples contra el fuego

El gran incendio forestal que afectó a Gran Canaria dejó momentos de solidaridad para el recuerdo. Uno de los más emotivos los protagonizó la Parranda de Teror, que sacó los timples en medio de la catástrofe para despedir con honores a los vecinos desalojados de Valleseco, que permanecían en el municipio de la Virgen del Pino desde que el fuego amenazó a sus viviendas.

José L. Reina

Jueves, 1 de enero 1970

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«¿Por qué no formamos un grupito y vamos a cantar un par de canciones a los realojados en el colegio», preguntó Pedro a sus compañeros de parranda. Dicho y hecho. Aunque la idea en principio «era hacerle más amena la estancia pensando que se quedarían una noche más, nos enteramos que se irían a casa esa noche», confiesa Julio Esperanza, otro de los integrantes de la parranda.

Mientras miles de efectivos combatían en tierra frente al gigante descontrolado, la histórica Parranda de Teror se armó de lo que mejor controlan, timples, panderos y guitarras.

Varios de los componentes de la parranda ejercían de voluntarios dentro del colegio donde estaban ubicados los vecinos de Valleseco, por lo que la información circulaba rápidamente por whatsapp: «Alguien puso por el grupo que se irían en quince minutos, por lo que cogimos rápidamente los instrumentos y nos pusimos en marcha», apunta Julio.

Cuando la parranda llegó a la puerta del colegio, el panorama era desolador. No estaba claro que los vecinos desalojados de Valleseco volvieran a casa esa noche, por lo que el ambiente era tenso y triste a la vez. La guagua encargada de llevarlos de vuelta a casa permanecía aparcada a la espera de pasajeros, mientras que los desalojados, la gran mayoría ancianos, esperaban con preocupación la deseada noticia. Los integrantes del grupo musical permanecieron un buen rato por fuera del colegio. No querían comenzar a cantar por si acaso los vecinos de Valleseco no volvían a casa, «si les hubieran dicho que no regresaban a Valleseco, nos hubiéramos ido porque no les iba a sentar bien», confiesa otro integrante del grupo.

Pero en ese momento de incertidumbre y nerviosismo, el alcalde de Teror se dirigió al colegio convertido en un improvisado campamento, y les dio la buena noticia. «Oímos aplausos, les habían confirmado que podían volver a casa».

En ese instante, la Parranda de Teror se adentró en el interior del recinto, donde reinaba un ambiente festivo que se acrecentó con las primeras canciones. «Cantamos como pudimos Nuestras caras eran un poema al ver a aquellas personas que lo habían pasados tan mal», confiesa Esperanza.

«¡Ay Valleseco que hueles a tomillo!», seguía la parranda, mientras que el grupo de vecinos comenzaba a llorar emocionado. «Después de seguimos con , y nos sorprendió que aquellos vecinos que llevaban días fuera de sus casas, tuviera la delicadeza de no irse para la guagua hasta que terminase la canción», admite Julio con orgullo.

Tras terminar de tocar el último tema, la parranda entera liberó toda la tensión. «Soltamos los instrumentos para aplaudir a nuestros vecinos de Valleseco, mientras ellos también respondían con aplausos. Fue un momento para el recuerdo».

La escena no quedó ahí. Una de las personas grabó un pequeño vídeo del momento, que rápidamente se viralizó por las redes sociales. Miles y miles de mensajes de orgullo, personas confesando haber llorado al verlo, otras desde el extranjero pregonando con orgullo su querida tierra canaria. Más de medio millón de reproducciones después, y con la satisfacción del final del incendio, la Parranda de Teror volverá a alegrar a tantos vecinos con el timple como arma.

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