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Contentos pero con el alma en vilo

Los vecinos de Tejeda, la localidad de Gran Canaria que presume de estar entre las más bonitas de España, han vivido por dos veces en doce días un susto de esos que ni los más viejos recuerdan: evacuar el pueblo porque un fuego forestal se cernía sobre sus casas. Han podido regresar contentos y sin lamentar grandes daños, pero siguen con «el alma en vilo».

Laura Bautista (Efe) / Tejeda

Jueves, 1 de enero 1970

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Un vecino de uno de los barrios de este municipio de la cumbre de la isla, Casas del Lomo, Miguel Ángel Sarmiento, reconoce a Efe que volver a casa y a la normalidad supone «un alivio», pero también confiesa que él sigue «con el bolso preparado detrás de la puerta», preparado por lo que pueda pasar en los próximos días, ya que este sábado de nuevo hay aviso naranja por alerta de calor.

«La segunda vez que tuvimos que marcharnos fue peor que la primera», recuerda, porque «nos fuimos solo viendo un par de focos y, cuando miramos las imágenes, había empeorado todo y muy rápido».

Además, explica, «esta vez han sido cuatro días en vez de dos» fuera de sus hogares para los casi 2.000 habitantes del pueblo, «días angustiosos» en los que se vieron «saliendo muy rápido».

Sarmiento tuvo que abandonar su casa dejando a su perro atrás, por lo que agradece que «al segundo día subió un vecino a darle de comer» y se lo trajeron al albergue de San Mateo. Ahora mismo se declara preocupado «por si se vuelve a reactivar». «Tengo el bolso preparado por si tengo que salir corriendo de nuevo», insiste.

Francisco Suárez, vecino del casco de Tejeda, también fue evacuado al albergue de San Mateo junto con sus canarios, una cacatúa ninfa y un perro. Ahora retorna con sus animales preocupado, porque teme que «esto no ha acabado». Sabe que este verano ha habido más conatos y que el fin de semana vuelven las altas temperaturas.

Suárez lamenta las consecuencias de esta desgracia medioambiental sobre los animales domésticos, ya que a un vecino «se le asfixiaron las ovejas», y también sobre la fauna silvestre, porque desde hace 24 horas no ve ni un pájaro donde antes había «cientos».

Esto le preocupa a medio y largo plazo, ya que la ausencia de pájaros puede traer «plagas de mosquitos» y, además, «con la llegada de las lluvias, se arrastrará terreno», lo que sería «un desastre».

En Tejeda «nos vamos a quedar pelados, entre la tala y los incendios, ya no tenemos sombra para cobijarnos ni para los animales», se lamenta.

Por su parte, la vecina del barrio de Las Arbejas Tomasa Rodríguez relata que, tras vivir el primer incendio que se originó hace casi dos semanas en Artenara, llegó el segundo sábado negro para la zona con el fuego de Valleseco, que desde un primer momento «tenía una columna de humo que tapaba el sol por detrás de las casas», por lo que «llenó de preocupación entre los vecinos».

Nadie sabía donde había empezado ese nuevo incendio, explica, pero «se notaba que estaba muy cerca».

El desalojo en su caso «fue por el humo», aunque «el fuego se estaba acercando». En un primer momento «estaba tranquila», porque «ya en el primer fuego las llamas habían hecho la limpieza de toda la zona y no quedaba por quemar», pero se asustaron al observar a las autoridades «muy nerviosas» una vez llegaron al cine del pueblo a donde los evacuaron.

Ya en La Atalaya pudieron comprobar cómo el fuego «se metía por el barranco de Las Cuevas con una velocidad impresionante» por lo que asustó «mucho».

Esa noche, rememora, les dijeron que en el cine estaban «seguros, que el fuego nos pasaría por encima sin peligro». Así que algunos intentaron dormir, pero «los vecinos no podían y la situación era muy tensa», porque varios «habían visto el fuego».

Desde sus casas, ya tras el realojo, podían ver los pinares del Parque Natural de Tamadaba «quemándose», algo que recuerda con tristeza. En un primer momento, explica, no tuvieron «ni tiempo» de asustarse, porque «el objetivo era desalojar a la gente y todos estaban en movimiento», así que «ninguno de los 30 vecinos tenían tiempo para tener miedo».

La vecina de Tejeda Araceli Perera ha pasado la mañana de este jueves arreglando su finca de 3.000 metros cuadrados, comprada en febrero, donde tenía «nogales, ciruelos, albaricoqueros y un peral».

Confía en que casi todos esos árboles, menos los nogales, que cayeron al suelo, den sus frutos y se alegra de haber podido salvar las papas que había sembrado.

La zona donde tiene la finca Perera fue de las más afectadas, porque «llegó el fuego hasta Carrizal», señala.

«Afortunadamente se paró, porque si llega a coger el palmeral entra en Inagua», en un incendio que «en apenas 20 minutos llegó del centro de salud a La Solanita» y, de entrar en esa reserva natural, «hubiera sido aún más desastre», opina.

Araceli Perera divisaba desde su terreno cómo «tres helicópteros trabajaban apagando focos y refrescando la zona y, aun así, se reavivó». Luego, «cuando pilló las cañas en el barranco, prendió con velocidad». «Cuando vi el fuego, casi me muero», reconoce, porque estaba quemándose la única zona que se había salvado en el primer incendio», el de la semana anterior.

«Ya lloramos todo y ahora toca volver a empezar y remontar», asegura con positividad y agradecida porque las llamas «respetaron muchas casas que el fuego rodeó» y se «pudieron salvar muchos animales» que fue algo que no ocurrió en el incendio de 2007.

En el gran incendio de hace doce años, cuando se evacuaron algunos pagos del municipio fuera del casco urbano, explica, «a la vuelta apenas se podía respirar, ha sido mucho mejor ahora».

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