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Catalina García y Maninubre (Antigua, Fuerteventura)
Jueves, 1 de enero 1970
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Margarita nació en Pájara viendo como su padre se dedicaba al campo y a la pesca y su madre tenía unas cabritas. Cuando se mudó a Antigua al casarse, siguió dedicándose a la agricultura a tiempo parcial. Lo cuenta deprisa y caminando, mientras vira el agua de las dos fincas que tiene en Maninubre: Huerto Viejo y El Durazno. Está regando las gavias de papas que cosechará y empezará a vender en febrero, porque para que este cultivo dé hay que esperar seis meses. Planta cara, spunta y otras semillas entre las que no se decanta por ninguna, «toda la papita es buena».
Esta agricultora riega las papas con agua de los dos pozos de la finca, aunque en los años secos tira del CAAF cuando hace falta. Con la de la presa no puede contar para el riego, sí para filtraciones a los pozos, porque está en un tipo de terreno que se filtra rápido. Las lluvias de los dos últimos años le han permitido dedicarse exclusivamente al campo en las dos últimas zafras, «si no llueve, tenemos que buscar la vida por otro lado».
Los cultivos, que ella sigue recorriendo mientras habla, los cuida ella solita. De sus seis hijos, ninguno se dedica al campo: «lo ven muy sacrificado y tienen otros trabajos. Es mejor así porque, si no te gusta el campo, no vas a sacar nada».
Esta mañana se levantó, como casi siempre, sobre las 7.00 horas y va más deprisa de lo normal con sus tareas para que el calor y la calima no la cojan en las gavias. «En invierno, si siento viento, no me levanto porque aquí en Maninubre hay frío» y se ríe intentado ahuyentar el bochorno de un octubre que parece agosto.
Margarita no niega que el campo sea sacrificado, pero también aclara que «a mí nadie me impide que salga a paseo y a una parrandita». Eso sí, su horario es de mañana y tarde, «casi sin horario, pero no me importa porque soy feliz aunque cobre cada seis meses. Los días como estos de calor y calima es cuando más tienes que estar sobre la finca».
Además de papa, cultiva calabazas en el fondo de la charca, una de allas de casi 30 kilos que aún no está madura y que mima y protege del sol entre las ramas de la propia calabacera y bajo ramas de millo seco.
Al millo también se dedica, aunque reconoce que «eso nada, si la piña no está en sazón, luego solo sirve para los animales porque se pone dura en nada y nadie la compra». Tanto para la papa como la calabaza, Antigua y Maninubre es lo más adecuado porque «las tierras son buenas y hay frescura, sobre unos 15 grados, porque estamos pegados a las montañas de Betancuria».
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