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Porretas: comer cuando corre el barranco

Porretas: comer cuando corre el barranco

Se preparaban en agosto y septiembre, pero solo se podían empezar a comer cuando corría el barranco. Son las porretas, cuyo proceso de elaboración ha recuperado el Ayuntamiento de Betancuria por impulso de Luz Marina Padilla dentro de los talleres de estimulación de la memoria entre los mayores.

Jueves, 1 de enero 1970

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O blancos, o rojos, pero nunca indios. Los tunos son la base de la elaboración de las porretas que mataron el hambre a la Fuerteventura del siglo XIX y mitad del XX. El Ayuntamiento de Betancuria, a través de la Concejalía de Servicios Sociales, ha recuperado la preparación de esta fruta pasada a través de un taller que coordinó Luz Marina Padilla Ruiz.

«¿A qué saben las porretas? Dulcitas porque tienen concentrada el azúcar del tuno después de haberse deshidratado», confirma Luz Marina Padilla, animadora sociocultural de Betancuria. A gloria bendita le tenían que saber a los majoreros de siglos de más penurias cuando, en invierno, podían echarse a la boca porretas y un puño de gofio mientras cogían sementera.

Tras las lluvias

«Era un alimento básico de la dieta más bien escasa de los majoreros a los que proporcionaba abundante azúcar». Será por eso que guardaban las porretas para comer «cuando corría el barranco», como recuerda la animadora sociocultural, no se sabe si porque corría pocas veces o porque era una manera de tener reservas de comida.

En cualquier caso, el siglo XXI ha mejorado algo el proceso de elaboración de los tunos pasados: por lo menos no hay que cogerlos con una penca de tunera -como antaño- desafiando los picos, sino que ya hay tarascas o pinzas de madera que ayudan a salir indemne del cercado.

Las porretas, trabajo de mujeres

Tras diez días en el secadero, los tunos se empiezan a escachar y, si dejan de escurrir el líquido, hacer una pelota unas contra otros. Así día tras día hasta que, «cuando no se pegan, ya están listas las porretas para comer», explica el truco Luz Marina quien desvela que la tarea de elaboración recaía en las mujeres, incluyendo el incómodo proceso de quitarles los picos en el suelo, «barriéndolos con una escoba o con ramas de algunas plantas (altabacas, mimos, tederas, aulagas, etc)».

Esta animadora sociocultural ya está organizando el próximo curso: uno con algarrobas que, otra vez, también mataron el hambre durante siglos. En marcha están varios talleres de mandalas, con vistas también a la estimulación de la memoria. Padilla también impulsó la edición del libro Las vereditas que recogía otra costumbre con ayudas de los mayores del municipio: la de las plantas medicinales de Fuerteventura.

«Te quito la cabeza, te quito el culo»

Entre los alumnos del taller de rescate etnográfico se encuentran Josefa Navarro (vecina de Vega de Río Palmas) y Domingo Cerdeña y Sarito Méndez, ambos naturales de Betancuria. Mientras pelaban tunos, repetían aquello de «te quito la cabeza, te quito el culo, y te quedas sin pelo ninguno».

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