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Los majoreros también hicieron sus revoluciones contra el poder

Los majoreros también hicieron sus revoluciones contra el poder

‘Breve historia de Fuerteventura’, de Roberto Hernández, repasa los acontecimientos más destacados de la Maxorata en los últimos seis siglos, entre ellos, una revuelta de los primeros aborígenes sometidos o, siglos después, de la población contra los señores a causa del hambre

Jueves, 1 de enero 1970

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El historiador Roberto Hernández Bautista (Las Palmas de Gran Canaria, 1957) publica un nuevo libro, en esta ocasión Breve historia de Fuerteventura, una obra de unas 125 páginas que se gestó con el objetivo inicial de ofrecer a sus alumnos de secundaria «un banco de datos sobre la historia y la cultura en la isla», si bien rápidamente se elevaron las expectativas «para intentar llegar a toda la población de la isla». Y es que para el autor, residente y docente en Fuerteventura desde hace más de 30 años, «la gran asignatura pendiente de los historiadores canarios es la divulgación de los conocimientos», que, además, pueden servir para «avanzar en la reconstrucción de nuestras señas de identidad como pueblo».

El trabajo aborda la historia de Fuerteventura desde sus primeros pobladores justo antes de la llegada de los europeos hasta hoy en día, repasando los acontecimientos más relevantes. Y lo hace con un lenguaje sencillo y un estilo ameno que hace la obra accesible prácticamente a cualquier persona al margen de que tenga o no conocimientos sobre historia. En este sentido, «que no espere el lector encontrar en la obra una completa historia de Fuerteventura, puesto que se trata de un pequeño manual de algo más de un centenar de páginas, y evidentemente en ese espacio no se puede más que esbozar o plasmar determinados bosquejos de los hechos históricos que recordamos no persiguen otra finalidad que la de ser puente o herramienta para que la población en general pueda conocer los hechos más destacados de su historia y profundice en los estudios sobre su territorio y cultura», escribe el autor en la introducción de su libro.

Hernández explica a este diario que Fuerteventura se pobló con grupos bereberes o imazighen con cierta influencia púnica y clásica: «Este pueblo maxie, procedente de Túnez, no practicaba la navegación, por lo que con seguridad tuvo que ser transportado por otra cultura, seguramente por los piratas cilicios». Tras la conquista francesa, los indígenas fueron cristianizados, obligados a participar en la toma de las demás islas y a integrarse en la nueva sociedad: «Construyeron iglesias, aljibes y siguieron reproduciéndose, efectuando sus periódicas apañadas, bebiendo leche mecida, comiendo gofio triturado en los molinos de mano, pescando en charcos con la savia de los cardones y tabaibas, y jugando a la billarda o takurt para propiciar la lluvia, y así hasta bien entrado el siglo XX», asegura.

También explica que, tras 45 años de dominio francés, se pasó «al control de los señores andaluces, que impusieron un durísimo régimen señorial en la isla». De esta etapa se refiere también a como «desde Caleta de Fustes, La Peña o el Tostón salieron numerosas expediciones en busca de esclavos al norte del continente y la isla se llenó primero de esclavos moriscos y con posterioridad de esclavos negros». En una isla de penurias como la majorera no podían faltar los episodios relacionados con el hambre, «que ha sido una constante durante siglos». «La gente moría en los caminos e incluso, cuando se decretaba la evacuación forzosa, morían en otras islas, como en 1683, cuando fallecieron en Las Palmas 500 majoreros».

Las penurias fueron también las causantes de que en la isla se desataran algunas revueltas. «A mediados del siglo XV, los indígenas se levantaron contra los señores y las tropas de Diego de Herrera volvieron a conquistar la isla. Después, en 1721, el hambre hizo que la población secuestrara el arca de quintos, donde se guardaba el dinero de los impuestos señoriales, y el coronel, con 500 milicianos, restableció el orden a toque de tambor», explica Hernández. En el siglo siguiente, «peor les fue aun a los 500 amotinados de Villaverde, que reclamaban en 1829 el poder coger el cosco para comer en la dehesa de Guriame, puesto que sus dirigentes fueron encarcelados en los castillos de Caleta y El Tostón, y el alcalde de Villaverde estuvo en la cárcel de Las Palmas hasta 1833», añade el autor.

La obra se refiere también a como se vivieron en la isla diversos capítulos: la abolición de régimen feudal e Inquisición y la creación de los ayuntamientos constitucionales con las Cortes de Cádiz; la II República y el franquismo; etcétera.

Golpe al caciquismo en la II República

El caciquismo ha sido siempre un mal endémico de la isla, salvo con la II República: «Los intereses de la oligarquía terrateniente y la burguesía no tuvieron representación política. Hubo una auténtica revolución social en la isla emanada de las urnas. En cuatro municipios ganó el Partido Republicano Radical de Guerra del Río; y el Consistorio de Puerto Cabras y el Cabildo los controló el Frente Popular», dice Hernández.

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