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Rosa Rodríguez y Santa Cruz de Tenerife
Jueves, 1 de enero 1970
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El campo, las ovejas y el telar han sido su vida. Y siguen siéndolo, aunque cada vez menos, porque los achaques ya no le permiten dedicar todo el tiempo que quisiera a la que ha sido su labor desde que tiene uso de razón: tejer. Mercedes Casañas cumplirá la próxima semana 87 años y es la última tejedora que queda en Sabinosa, en El Hierro.
Su telar, el que le hizo su marido con un palo de madera que iba a ser un poste de la luz, todavía funciona como el primer día y ella lo mueve con la destreza de haberlo manejado durante más de 60 años. De él han salido infinidad de piezas que luego se han transformado en mantas traperas, en alforjas para los burros, en sacos, costales o en talegas para llevar al campo la comida «o lo que hiciera falta».
«Hoy las alforjas ya no se usan y talegas son pocos los que se las cuelgan a la espalda», dice Mercedes Casañas, apenada porque los telares se están abandonando y «la gente joven ya no quiere tejer». Ni siquiera a sus hijos «les ha dado por el telar», se lamenta.
Ha dado cursos ofertados por el Ayuntamiento de Frontera y, por último, ya en su casa, pero no solo daba tejeduría. Porque «para tejer la lana, primero hay que prepararla». A sus alumnas, explica, las ponía «a unas a torcer la lana, a otras a hilar, otras cardaban; les dolían las manos, decían», recuerda Mercedes, que invita a quien quiera aprender a ir a su casa, que ella le enseña.
La preparación de la lana es «fundamental» para que las piezas que se tejen sean de calidad. El proceso empieza en el mes de marzo, con la pelá (trasquilado) de las ovejas, luego hay que lavar la lana, dejarla secar, carmenarla (alargar la lana), cardarla (peinarla), hilarla y torcerla (en la rueca) y devanarla (enrollar el hilo en el huso), para luego volverla a lavar - «solo con agua para que no se pegue»- y, por fin, urdirla en el telar y comenzar a tejer.
Trabajar la lana y transformarla en distintos tejidos se ha hecho «siempre» en El Hierro, asegura Mercedes, y en todos los pueblos había telares al que iban las mujeres a tejer. «Yo quería tener el mío porque si no estaba a expensas de otras personas y por eso le pedí a mi marido que me hiciera uno», dice esta artesana que aún teje «a ratitos» y que afirma que «la gente compra aún muchos tejidos de lana, pero ya no para usarlos como antes». La labor de las tejedoras es, desde hace tiempo, únicamente artesanal.
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