Borrar
Rita Hayworth contra ‘Gilda’

Rita Hayworth contra ‘Gilda’

Cien años después de su nacimiento, el mito de la actriz sigue anclado al papel en una película que hoy, con el feminismo y el movimiento #MeToo en auge, se pone en cuestión por su machismo.

David Villafranca (Efe) / Los Ángeles

Jueves, 1 de enero 1970

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Cien años después de su nacimiento, el mito de Rita Hayworth sigue anclado a un papel y una película para la eternidad: el clásico del cine negro Gilda (1946).

Gilda convirtió a Hayworth en un mito de la gran pantalla y en un objeto de deseo para millones de espectadores, hasta el punto de que la personalidad de la propia actriz pareció difuminarse y desaparecer bajo la abrumadora presencia de su rol en la ficción. «Todos los hombres que he conocido se enamoran de Gilda, pero se despiertan conmigo», dijo la artista en una triste cita que refleja los devastadores efectos que puede ocasionar la fama y el hecho de que un personaje inolvidable puede alumbrar una carrera soñada en Hollywood, pero también ser un lastre para la eternidad.

Bajo la dirección de Charles Vidor y con Glenn Ford como protagonista masculino, la película se rendía a Hayworth desde la frase promocional de sus carteles: «¡Nunca hubo una mujer como Gilda!».

Y es que entre las sombras de los casinos de Buenos Aires, con el sonido de fondo de tangos y de los cubitos de hielo en las copas en los clubes y en medio de intrigas criminales colándose por los pasillos de un mundo completamente masculino, emergía el personaje de Gilda como una femme fatale. Arrebatadoramente sexual y libre, pero también herida y víctima de abusos y violencia de todo tipo.

Volver a ver la película ahora, más de setenta años después de su estreno y en tiempos de un feminismo en auge y del movimiento #MeToo, puede hacer que los cinéfilos actuales se muestren sorprendidos ante ciertos pasajes.

No es solo la famosa bofetada que Johnny Farrell (Ford) le da a Gilda, sino que la protagonista es vigilada al milímetro por sus diferentes maridos y prácticamente no puede dar un paso sin que los celos, gritos, abusos o bruscos gestos de sus parejas se interpongan en su camino.

Pese a todo, Gilda parecía en los años cuarenta una mujer libre y seductora que disfrutaba de todo lo que se le antojara.

Su presentación, con Hayworth irrumpiendo en la pantalla con su melena al aire, su striptease, una de las escenas más sensuales del séptimo arte con solo quitarse un guante, o su interpretación de la canción Put the Blame on Mame se convirtieron en momentos para los aplausos y suspiros en los cines de todo el mundo.

De hecho, los actores Morgan Freeman y Tim Robbins, en el drama carcelario Cadena perpetua (1994), hallaban en Hayworth y Gilda un motivo ideal para sonreír y olvidar la vida entre rejas.

Con temas como el pasado, el azar, el fatalismo o el amor-odio como líneas maestras de su narración, Gilda supuso la cima para una actriz que todavía no había cumplido los 30 años cuando se estrenó esa película. Antes había brillado en cintas como Sangre y arena al lado de Tyrone Power o junto a Fred Astaire en Desde aquel beso (ambas de 1941), y después de Gilda también interpretó algunos papeles para el recuerdo, como La dama de Shanghai (1947), que dirigió uno de sus cinco maridos, el cineasta Orson Welles.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios