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Curiosidad y sentido del humor, el paso de Hawking por España

Curiosidad y sentido del humor, el paso de Hawking por España

Stephen Hawking, considerado por muchos como la mente más brillante tras Albert Einstein, hizo gala en sus numerosas visitas a España de una cualidad que se supone a todo científico, una enorme curiosidad que le llevó a alargar sus estancias más allá de los compromisos oficiales y a dejar sobradas muestras de su sentido del humor.

EFE / Madrid

Jueves, 16 de julio 2020, 20:22

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La primera vez que Hawking visitó España fue en 1960, con dieciocho años y antes de que le fuera diagnosticada la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) que acabaría por dejarle en una silla de ruedas y comunicándose con el mundo a través de una pantalla de ordenador.

No dejó de recordar esa primera visita cuando volvió veintisiete años después, en 1987, para pronunciar una conferencia en el Consejo Superior de Investigaciones Científicas (CSIC) convertido ya en un científico "pop", cuya presencia en Madrid obligó a instalar megafonía fuera del auditorio ante la afluencia de público.

"Estamos muy contentos de estar en España", dijo Hawking a través de su sintetizador de voz, acompañado de su primera mujer, Jane, profesora de castellano en Cambridge, y de su hijo Tim, que acabaría estudiando Filología Hispánica en la Universidad de Granada.

Hawking nunca decía no a visitar España, coinciden quienes participaron en la organización de sus visitas, que también destacan que el científico no se limitaba nunca a asistir a sus compromisos y marcharse: siempre quería ver algo más, saber más.

En 1988 viajó a Barcelona para la presentación de "Historia del tiempo", el libro que le instalaría definitivamente en el trono de la divulgación científica, y años después rememoraría en un encuentro científico en Huelva una anécdota de esa visita.

Contaba Hawking que, paseando por las Ramblas, pudo comprobar cómo su libro era expuesto en algún kiosko junto a revistas pornográficas. "Me resultó gratificante, porque eso demuestra que la ciencia puede ser tan popular como el sexo".

Visitó en varias ocasiones Madrid -del Museo del Prado hablaba a menudo fuera de España y repetía, "me encanta"- y Barcelona, donde el catedrático de Física de la Materia Condensada de la Universidad Autónoma, David Jou, traductor de varios de sus libros, recordaba hoy cómo siempre había un momento en el que acababa contando un chiste de los que tenía grabados en su ordenador.

En una ocasión, cuenta Jou que Hawking se fue a jugar con unos niños de una escuela cercana al campus de Bellaterra que, como él, iban en silla de ruedas.

En 1989 el jurado de los premios Príncipe de Asturias decidió galardonarle con el premio de la Concordia "por su trascendental labor investigadora sobre los fundamentos del tiempo y del espacio, acercando al conocimiento de los hombres las últimas aportaciones científicas sobre el origen y destino del universo, y por el ejemplo de su respuesta a las dificultades que la adversidad puede oponer a la condición humana", según el acta del jurado.

Lo recibió el 21 de octubre en Oviedo, adonde había llegado días antes, y, ya de paso, recogió la Medalla de Honor del CSIC dos días después en Madrid, donde se quedó un par de días más con la excusa de pronunciar una conferencia en la Universidad Complutense.

Su preocupación de entonces era la amenaza nuclear y así lo reflejó en su discurso en el Teatro Campoamor: "¿Cuáles son los temas científicos sobre los cuales la gente deberá tomar decisiones en el futuro? Sin duda -se contestó-, el más urgente es el de las armas nucleares".

En 1991 pasó una semana en Huelva participando en un seminario internacional sobre «la asimetría del tiempo», en el marco del cual pronunció una conferencia en La Cartuja de Sevilla, que se encontraba ya en plenos preparativos para la Expo-92.

Hawking pidió conocer aquella «empresa fabulosa», como la denominó tras recorrer las obras, ver maquetas y proyectos; luego aprovechó para visitar el Archivo de Indias, los Reales Alcázares y un restaurante del centro de la capital andaluza.

Transcurrió una década hasta 2001 cuando, invitado por el Instituto Andaluz de Astrofísica, visitó Granada, donde bromeó diciendo que ya conocía la ciudad de su primer viaje a España en 1960 y que, aunque casi todo cambia, «la Alhambra sigue siendo la misma».

Era el momento en el que se empezaba a hablar de viajes privados al espacio y del dineral que costaría el pasaje. «Me encantaría que hubiese en el espacio tantos millonarios como fuera posible y, si alguno de ellos no pudiera volver, no sería una gran pérdida», dijo el científico cuando le preguntaron por el asunto.

En 2005, Stephen Hawking fue invitado a pronunciar la conferencia de apertura de los actos del XXV aniversario de los premios Príncipe de Asturias, lo que le permitió volver a Oviedo. «En Asturias estoy como en casa», le confesó al entonces príncipe Felipe. «El clima es muy parecido al de Inglaterra».

Y algo más allá del cumplido debía haber en esas palabras, ya que Hawking aprovechó para hacer el 13 de abril en el Principado la presentación mundial de «Breve historia del tiempo», el libro en el que simplificaba y actualizaba su más conocida obra y que se publicó antes en español que en inglés.

Regaló dos ejemplares a don Felipe y doña Letizia y volvió a bromear: «Con este obsequio no quiero insinuar que no hayan entendido el anterior».

En los últimos años, la relación de Hawking con España pasó sobre todo por Canarias, donde participó en varias ocasiones en el Festival Starmus, que combina ciencia, arte y música y donde protagonizó una exitosa iniciativa: «Pregunta a Hawking», una oportunidad única en la que el público planteaba dudas al científico.

Hawking disfrutó del avistamiento de ballenas en Tenerife y La Gomera y en las islas vivió un curioso incidente durante su última visita en julio de 2016: la Policía detuvo a una ciudadana estadounidense que acosaba al científico desde hacía años en las redes sociales.

En aquel último viaje a Canarias, animó a la especie humana a seguir viajando al espacio, ya que expresó sus dudas de que se pudiera sobrevivir «sin escapar más allá de nuestro frágil planeta».

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