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Belín: «La gastronomía en Canarias vive una etapa floreciente»

Belín: «La gastronomía en Canarias vive una etapa floreciente»

Fran Belín lleva toda su vida profesional volcado en la compleja labor de escribir sobre todo lo relacionado con la gastronomía. El tiempo y su buen hacer lo han convertido en uno de los periodistas gastronómicos más respetados a nivel nacional, aunque eso no le haga perder ni un ápice de humildad. Este tinerfeño conoce como pocos el latir de la gastronomía en Canarias. La viaja, la saborea y la escribe.

José L. Reina

Miércoles, 15 de julio 2020, 12:00

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¿Cuándo empieza a escribir sobre gastronomía?

Teniendo en cuenta que, según mis remembranzas, yo era el que escribía más o menos ‘bien’ desde la adolescencia, en mi clase del colegio La Salle-San Ildefonso, podría ser que ya desde entonces. Fuera ya de bromas, es posible que ya garabatease cuadernos con notas de cata de cervezas, principalmente, si nos perdemos allá por mis 18 años. Una puja con mis primos mayores en la lonja de Marín (Pontevedra), con aquella edad, por unos kilos de cigalas puede que fuera el ‘dardo’ definitivo para que constituyera una de mis preferencias personales y posteriormente periodística.

¿Por qué se especializó en ese sector?

Supongo que cuando la naturalidad se combina con la voluntad aparece la situación idónea y ya lo que viene después es imparable. Yo tuve ese cruce de circunstancias y así perseveré como periodista, periodista gastronómico, no sin antes elaborar algunos reportajes publicitarios sobre la materia. He de decir que para paliar mis carencias –que siempre se arrastrarán de algún modo- me dediqué a estudiar historia de la cocina y otras materias afines.

Tiene una larga trayectoria en el periodismo gastronómico. ¿Se considera pionero en este tema?

En absoluto, en absoluto. Ni mucho menos. Yo me incorporé a esta tarea periodística –remarco lo de periodística- cuando gente de la talla de Manuel Iglesias o José H. Chela, en Tenerife, y Mario Hernández Bueno, en Gran Canaria, constituían contrastadas referencias no sólo en las Islas sino en el ámbito nacional. A pocas personas lo he confesado pero aprovecho la gentileza de C7: cuando llevaba un tiempo en esos cometidos en el periódico El Día –en el que cerré un ciclo completo de 7 años de una página diaria especializada- el referido Iglesias me indicó: ‘me gusta lo que estás haciendo’. Y ya está. Quedé perplejo viniendo de uno de los grandes del periodismo gastronómico canario. Hasta hoy he de decir que sigo con la misma y exacta pasión, humildad y voluntad de unir puentes a todo lo referido a la gastronomía y la restauración.

¿Cómo ha evolucionado el periodismo gastronómico en Canarias?

Esto lleva a la teoría del “péndulo”. Por un lado, aquello que hubiésemos querido que pasara con la formación (posiblemente una utopía). Pues que el periodista gastronómico se pudiera preparar en ambas materias: periodismo y cocina-sala-conocimiento de los alimentos. Como en todos los campos fueron apareciendo y desapareciendo ‘comunicadores’ que lo hicieron con dedicación o no tanta, pasionalmente o por otros intereses. En fin. Los avances en la comunicación, los dispositivos personales actuales y su potencia facilitan que hoy vivamos -como señalaría el periodista Fernando Gallardo- en un “ecosistema compartido de reputación social” en el que, a través de las redes., todos somos prescriptores. Siguiendo esta realidad inapelable unos u otros obtendrán más o menos credibilidad. Por de pronto –pero no sé en el futuro los periodistas tenemos aún aparejada dicha credibilidad. En cualquier caso, deberíamos buscar el modo de formar a futuros y seleccionados periodistas gastronómicos. Está pendiente.

¿Las nuevas tecnologías han ayudado a un consumo mayor de este sector en prensa?

Es una realidad irrefutable y consolidada; eso sí, hay que puntualizar. Anteriormente marcaron los avances en tiempos más difíciles para este tipo de información periodistas ejemplares (por ejemplo el recordado Cristino Álvarez, Caius Apicius), que sirvieron de eslabón con aquel espectacular emerger de Arzak y luego de Adriá y compañía. Hoy, en cualquier vertiente virtual disfrutamos incluso de la “gastronomía que no se come”, con abundancia de esas imágenes que nos aportan indicios de composiciones culinarias que muy probablemente no probaremos jamás.

Prensa, revista, radio, docencia, libros... ¿Qué más le queda?

Soy un ‘exagerado’, de verdad. Me he pegado toda una vida diciendo que sí a toda propuesta. Pero es que así me las gasto y luego pasa lo que pasa. Eso me lleva a experimentar –sin ansias de notoriedad, lo subrayo- a sensaciones que me interesa vivir, sobre todo, y también conectarlas con la cultura, las vivencias, las formas de comunicarnos mediante la comida, la psicología,... Una vez fui a hacer un Camino de Santiago –el Primitivo, fuertito por cierto- y tuve el buen humor de marcarme un blog específico de la cocina que nos íbamos encontrando, por si no tenía poco con aquel pateo desde Oviedo a Compostela. Ah ¿qué me queda? Pues diré sí rotundo a que me contraten en una película de contenido gastronómico. Me apunto de cabeza. Más todavía si la protagonista fuera Rachel Weisz.

¿Cómo se transmite con letras el sabor de un plato o el aroma de un vino?

Pues, de antemano, con ingredientes obligatorios, de puño y letra, como los que nos propician esos platos y ese vino: con un respeto enorme sabiendo de antemano cada esfuerzo personal y colectivo; con honor; con concentración máxima y también curiosidad. Pregunto mucho, apunto mucho, miro al techo... asiento para mí mismo. Después, al ordenador, más respeto todavía. Fluidez, naturalidad, transmitir lo que he sentido midiendo los adjetivos. Para plasmar que algo es excepcional o desafortunado no hay que hincar el diente. Algo que necesito reafirmar... conversar con el cocinero o el equipo, captar todo lo que pueda para saber el trasfondo de porqué ese restaurante se expresa así. Nunca acudir a un sitio en plan sentar cátedra, probar y marcharme sin más.

¿Cuál es el motivo de que ahora exista un ‘boom’ en el consumo de información gastronómica?

A lo mejor tendríamos que hacernos la pregunta del por qué este boom no existió anteriormente. Pero está claro que, como en todo, se genera una concatenación de circunstancias que lo hacen posible. Es que frente a otros fenómenos mediáticos tremendos –el deporte, el arte, el cine, la música-, la gastronomía siempre ha estado ahí, obligatoriamente por la necesidad de comer del ser humano. La información gastronómica en sus variantes anteriores, actuales y futuras se atiene a un ámbito de mercado que demanda ese caudal especializado y, evidentemente, porque genera posibilidades económica.

¿Son los chef las nuevas estrellas del rock?

Es que no hay más que acudir a uno de los grandes congresos (Madrid Fusión, Gastronomika) y observar cómo van unos y otros de allá para acá y cómo la marabunta quiere sacarse el selfie con los grandes o los que están de moda. En serio, hace un par de años llegó Ángel León para un show-cooking en Lanzarote y el revoloteo fue semejante al que víví en el aeropuerto de A Coruña con la llegada del FC Barcelona. Por cierto, ese partido lo ganó el Deportivo al día siguiente. Son estrellas pero muchos ya se están planteando pensamientos por la decisión de reivindicar: “¡oigan, que somos cocineros!”.

¿Vive Canarias su mejor momento de forma a nivel culinario?

Es innegable. Yo pruebo en restaurantes o catas de quesos, vinos,... En todas las Islas. Visito enclaves y pruebo productos en directo. Es que la sensación no es la del beneplácito basado en el ‘patriotismo’ o el ombliguismo facilón. Hay más que suficientes argumentos para reafirmar que estamos en una etapa floreciente. Pero que no se entienda que no podemos bajar la guardia y hay seguir mejorando, también.

¿Se puede considerar a esta tierra como un destino turístico gastronómico?

El hecho de otear otras tierras, otros terruños es un fundamento implícito del ser humano que busca otros horizontes, repara en los paisajes que va hollando y come donde llega lo que hay. Esto del turismo va a cambiar mucho y dentro de bien poco, lo veremos. Luego está el acicate, el avance y las fórmulas para propiciarlo, las estrategias para configurar el destino sea cual fuera: cultural, paisajístico, de descanso, etc. Canarias cuenta con potencial más que evidente para ser destino gastronómico pero la estrategia que antes comentaba tiene que hilar muy muy fino de cara al futuro.

Me consta que tiene una agenda muy apretada. ¿Cuál es su rutina?

Como decirte. Generalmente lo de apretada se queda corto. ¿Pero quién no? Yo “me reúno conmigo mismo” a veces para intentar convencerme de aliviar un poco el ritmo. Saco a colación el nombre que me daban mis amigos en los caminos de Santiago: ‘fray Locomotora’. Mi agenda se atiene a domar fogonazos que obligan a viajar, a escribir sobre esos viajes, a que las páginas web se nutran de forma coherente, a compromisos con personas, con la Universidad, la radio... Voy cumpliendo con decoro, creo.

Cuénteme alguna anécdota que te haya sucedido en algún restaurante

Pues si me concentro seguro que me saco unas cuantas de la chistera. Pero relacionado con la gastronomía es buena la de aquel día que marchaba del Salón de Gourmets de Madrid y de repente irrumpió con los brazos abiertos el mismísimo Paco Carbonell (Toreros Muertos): ¡Piraña! Exclamó. Nos abrazamos y luego le dije: muchacho que yo no soy Piraña (supongo que el de Verano Azul), soy Fran Belín, de Tenerife. Total que tenía una tía en Santa Cruz y terminamos enredados en una conversación tomando unas birras.

¿Es el buen comer y el buen beber la mejor expresión del hedonismo?

Esa es realmente una categórica cuestión existencia y de impreciso contorno. No creo. La mejor expresión, opino, aparece cuando cada cual llega a su ‘extraño’ peldaño de felicidad, unos segundos, por un detalle nimio... Y entonces cae en la cuenta de que estamos vivo, de que existe. Quizá un dry Martini bien preparado, a sorbos extremadamente pausados durante una larga hora frente a un paisaje marino inmenso puede contribuir a alcanzar ese estado de placidez.

Para escribir bien sobre cocina, ¿es necesario ser un buen comensal?

Para escribir bien de cocina, y de cualquier realidad o ficción, como aclaré unos ‘kilómetros’ atrás, hay que ser PERSONA. Aprovechar la experiencia para contrastar sin ‘historias’ con la personal memoria gustativa. Otra vez la honestidad y yo diría que, sin perder la seriedad, tener a veces ese punto socarrón que pueda aderezar el escrito.

¿Quiénes son sus referentes en las letras?

En el caso de los literatos no podría dejar de partir de lo evidente: Gabriel García Márquez. Luego sería innumerable: Antonio Tabucci, Muñoz Molina, Milan Kundera, Umberto Eco,...

¿Y en la cocina?

Mi madre, Alicia González Real.

¿Un restaurante para siempre volver?

Volvería a muchos, a muchos. Pero si existiera –cerró hace años- volvería sin pestañear al guachinche Casa Pano, en Tegueste, por esas cuartas de vino estupendo, los bubangos rellenos de carne, el pescado salado con papas y el postre de galleta de la abuela.

¿Un plato inolvidable?

Pues esa pregunta es similar a la que me hizo mi hijo mayor Roberto cuando apenas contaba con unos 5 años. Esa de “¿porqué es la vida? –y no qué es la vida-”. Sin embargo, uno que me quedó impreso para siempre fue el bulbo de tulipán con caldo de pan campesino de Andoni Luis Aduriz, en Mugaritz. Entiéndame la expresión: inquietantemente fabuloso.

¿Un vino para el recuerdo?

Pues imagínate si tengo dónde elegir. Pero en honor a la verdad me encantó aquella ‘aguapata’ que probé una vez con mi recordado padre hace muchísimos años en una bodega de Güímar. Ah, también uno de “solera familiar” del “morineador” herreño Darwin en Los Altares en la zona de Los Altares. ¡Vaya tanganazos aquellos debajo de una higuera!

¿Un libro para no perder?

Cien años de soledad.

¿Un cocinero para dejarse sorprender?

De verdad, no sé si tendría espacio para nombrar aquí a todos esos trabajadores de las cocina, canarios-as, los foráneos-as; los que ya no están con nosotros y marcaron la senda; los amigos-as de aquí y de otras latitudes; los que tuvieron que marchar; los-as que me llaman para que tomemos un vaso de vino sin que medie el interés, ningún tipo de interés... Las-os doctos, los-as anónimos-as y sacrificados-as; los-as que me abren los ojos con su elocuencia humana y sus guisos familiares; los-as que tienen en cuenta que la amistad nada tiene que ver con la ecuanimidad –la máxima de la que uno puede ser capaz- en los tratamientos informativos,... En los que en su corazón rebosa –que no reboza- ese oficio tan digno del que yo procuro tomar siempre el mejor de los ejemplos. Porque ellas-os tienen implícita la varita de hacernos un ratito agradable con el acto cotidiano de comer.

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