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Mette-Marit y el príncipe Haakon, en una estampa familiar. EFE
Bodas de porcelana agrietada

Bodas de porcelana agrietada

Gente al sol ·

Haakon y Mette-Marit, obligados a posponer la celebración de sus veinte años de casados por culpa de la covid al dar positivo su hija Ingrid

Arantza Furundarena

Martes, 24 de agosto 2021, 23:05

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A Haakon y Mette-Marit se les han resquebrajado sus bodas de porcelana y no precisamente por falta de amor. Este miércoles se cumplen veinte años de aquel casamiento que fue como un pistoletazo de salida para los enlaces de príncipes europeos con plebeyas y la pareja tenía previsto celebrarlo con una fiesta. Pero su hija, Ingrid Alexandra, de 17 años, ha dado positivo en covid y el resto de la familia se ha visto obligada a encerrarse con ella en el palacio de Skaugum para guardar cuarentena.

Con todo, es muy improbable que los príncipes de Noruega sufran de claustrofobia porque aunque a Skaugum le llaman popularmente la 'cabaña real' cuenta con mil metros cuadrados construidos y más de 140 estancias, a lo que habría que añadir las 15 hectáreas de terreno, los establos, las caballerizas... Situado a unos veinte kilómetros de Oslo, el palacio fue un obsequio de los reyes Harald y Sonia por el matrimonio de su hijo, así que podría decirse que Haakon y Mette-Marit celebran hoy sus veinte años de casados metidos en su mejor regalo de boda.

En los test que les han realizado a los familiares cercanos solo la princesa Ingrid ha dado positivo. Una noticia especialmente tranquilizadora para Mette-Marit que, aunque está vacunada con la pauta completa, pertenece a un colectivo de riesgo al padecer una fibrosis pulmonar crónica que le provoca fatiga y ha reducido desde hace años su agenda oficial. El pasado 22 de julio tuvo que cancelar su presencia en la misa celebrada en la catedral de Oslo en homenaje a las víctimas de la matanza de la isla de Utoya. Los médicos le habían recomendado guardar reposo y espaciar sus apariciones públicas.

Festividad pública

Al contrario que en España, donde los reyes celebran su aniversario de boda de forma estrictamente privada, en Noruega son fechas que tienen cierto carácter de festividad pública. Los 20 años de matrimonio de Haakon y Mette-Marit, por ejemplo, comenzaron a conmemorarse a principios de agosto con una entrevista concedida por la pareja a la radio pública noruega para hacer un balance de su vida en común y recordar incluso cómo se enamoraron.

Durante la distendida charla, Mette-Marit también se refirió a su enfermedad y confesó que paradójicamente a ella la pandemia le ha servido para guardar un reposo que en su vida cotidiana no podía permitirse. «Los días que he estado mal he podido descansar sin tener mala conciencia. Y es extraño, porque me siento mejor que en muchos años», declaró, al tiempo que puntualizaba la importancia que tiene para ella «ser simplemente Mette, antes que la princesa heredera».

La foto de aquella rebelde plebeya, de pasado tormentoso, que saludaba vestida de novia desde el balcón real sosteniendo en brazos al hijo nacido de su relación con un hombre con antecedentes por narcotráfico, mientras sonreía junto al heredero al trono noruego, no solo dio la vuelta al mundo sino que marcó un antes y un después en las bodas de la realeza europea. A partir de ahí, que Felipe de Borbón se casara con una periodista divorciada, que Victoria de Suecia convirtiera a su entrenador personal en príncipe consorte o que Guillermo de Inglaterra y Guillermo Alejandro de Holanda eligieran pasar el resto de sus vidas junto a mujeres como Kate Middleton o Máxima Zorreguieta, sin una gota de sangre azul en sus venas, resultó mucho menos sorprendente.

Veinte años después, Haakon y Mette-Marit siguen proyectando la imagen de un sólido matrimonio, ahora con tres hijos, el que ella aportó, Marius Borg, y los que han tenido en común, Ingrid Alexandra y Sverre Magnus. El heredero noruego confesó en la entrevista radiofónica que «la brillante chica sureña me impresionó. Se nota cuando Mette entra en una habitación». Ella, por su parte, resumió el flechazo con siete palabras: «Me vio, me entendió y me abrazó». Una especie de 'Veni, vidi, vici', a la noruega...

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