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Abderazzak Arappâ (i) y Achraf Hafsaoui (d) posan con uno de los cuadros que pintaron a cuatro manos, durante su estancia en Canarias 50. Cober

Viaje a Gran Canaria en patera durante tres días

«Volveríamos a arriesgar la vida por la pintura»

Abderazzak y Achraf, de 21 y 19 años, emigraron de Marruecos por un sueño: convertirse en artistas profesionales

Dánae Pérez

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 4 de febrero 2024, 01:16

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Era el viaje de sus vidas. Especialmente porque, en él, podían perderla. Recuerdan la dureza del trayecto, una especie de cara y cruz de la misma moneda: tres días de desierto y otros tres de mar, a bordo de una embarcación precaria y junto a más de 50 personas. El hacinamiento era total. No sabían qué les esperaba en el puerto de destino, la incertidumbre era la única certeza. Pero albergaban un sueño desde que tenían uso de razón, un empuje demasiado poderoso como para oponer resistencia: convertirse en pintores, en artistas.

La historia de Abderazzak Arappâ, de 21 años y procedente de la ciudad marroquí de Agadir, y de Achraf Hafsaoui, de 19 y de El Yadida, también en el país alauita, recuerda a la leyenda oriental del hilo rojo, pues parece que estaban predestinados a encontrarse.

Sus vidas podrían definirse como paralelas: dos jóvenes de Marruecos locos por el arte, que casualmente —o no— coincidieron en la misma patera para poner rumbo a Canarias y, allí, construirse unas alas. Las coincidencias, lejos de cesar, se convirtieron en una suerte de rueda imparable, ya que ambos terminaron en el centro de acogida Canarias 50, en el barrio de La Isleta de la capital grancanaria —arribaron a la isla redonda—, pintando cuadros a cuatro manos.

En la imagen superior, Abderazzak Arappâ y Achraf Hafsaoui pintando a cuatro manos; en la inferior izquierda, en un momento de la entrevista, y en la derecha, una de sus creaciones. Cober/ Cedidas
Imagen principal - En la imagen superior, Abderazzak Arappâ y Achraf Hafsaoui pintando a cuatro manos; en la inferior izquierda, en un momento de la entrevista, y en la derecha, una de sus creaciones.
Imagen secundaria 1 - En la imagen superior, Abderazzak Arappâ y Achraf Hafsaoui pintando a cuatro manos; en la inferior izquierda, en un momento de la entrevista, y en la derecha, una de sus creaciones.
Imagen secundaria 2 - En la imagen superior, Abderazzak Arappâ y Achraf Hafsaoui pintando a cuatro manos; en la inferior izquierda, en un momento de la entrevista, y en la derecha, una de sus creaciones.

Precisamente, Abderazzak y Achraf se descubrieron como artistas en el citado establecimiento. En ese momento, el personal de Cruz Roja decidió entregarles pintura y lienzos para que dieran rienda suelta a su creatividad. El talento de los jóvenes sorprendió gratamente y, desde entonces, no pararon de dibujar y pintar para las personas a cargo de Canarias 50. Los chicos muestran profundo agradecimiento hacia ellas, pues la acogida que dieron a su obra les «infundió muchos ánimos, energía para continuar, quieren seguir mejorando», traduce a los artistas Jalal, mediador del centro.

La conquista de una vida más digna y el sueño por mejorar su talento, por convertirse en pintores profesionales, llevaron a Abderazzak y a Achraf a emprender la conocida como Ruta Canaria, la más mortífera para los migrantes, que dejó 1.784 víctimas mortales solo en 2023, según los datos de la ONG Caminando Fronteras.

En aquel viaje en patera, que hicieron hace ya casi un mes, confiesan que temieron por sus vidas, sobre todo cuando llegaron a alta mar y les sorprendieron, de acuerdo con su relato, olas de entre 3 y 4 metros de altura. «Pensaban que la patera no iba a aguantar», media Jalal. Pese a ello, aseguran que, de ser deportados el día de mañana, volverían a lanzarse al océano —ambos saben nadar, gracias a que nacieron en ciudades costeras— y a repetir ese trayecto.

En Marruecos, además, apenas contaban con recursos para poder costearse material para desarrollar su faceta artística. Esto les llevaba a pintar las paredes de sus casas y, una vez repletas de bosquejos, a salir a las calles a llenar de colores los muros y fachadas, hasta las de una cafetería, y a 'emborronar' cualquier retal o superficie que se prestase a ello.

Lo cierto es que la historia de Abderazzak y Achraf está repleta de paralelismos, pues ambos son autodidactas y aprendieron a dibujar en el colegio. Si bien, Achraf realizó una formación online de seis meses para el diseño de logotipos empresariales y cuenta con el correspondiente certificado.

El joven de 19 años carece de referentes artísticos, mientras que Abderazzak menciona a un chico alemán, que compartía vídeos de formación a través de Facebook, a quien admira y con quien se nutrió de conocimientos. No recuerda su nombre porque tenía su página guardada en su anterior móvil.

Una de las obras de los jóvenes artistas elaborada en Gran Canaria. Cedida

Ambos encuentran inspiración en lo que les rodea: la naturaleza, los paisajes, el mar... Aseguran que en la capital grancanaria también han sentido la llamada de las musas y mencionan las montañas que se aprecian desde la ciudad. Prometen, con una amplia sonrisa dibujada en el rostro, plasmarlas en un lienzo.

Durante su estancia en Canarias 50 no solo han convivido, sino que también han pintado un mismo cuadro, a la vez, a cuatro manos. Para ello, se coordinaron en el momento: «Uno corrige al otro, porque a veces uno mismo no ve sus propios fallos», traduce Jalal.

«Mi madre estaba más contenta cuando dibujaba en casa, que cuando estaba fuera»

Llama la atención que muchos de los cuadros que han pintado Abderazzak Arappâ y Achraf Hafsaoui durante su estancia en Gran Canaria tienen como protagonistas a mujeres africanas. Estos transmiten la misma emoción: fuerza, empoderamiento.

Resulta llamativo, también, que cuando se les pregunta por la familia que han dejado en Marruecos, ambos evocan una misma figura: la materna. «Los dos recibieron el apoyo de las madres», reseña Jalal, ya que eran conscientes del talento que poseen sus hijos y les alentaron a perseguir sus sueños hasta materializarlos. «Mi madre estaba más contenta cuando dibujaba en casa, que cuando estaba fuera», matiza en su árabe natal Achraf.

Ahora, los dos jóvenes consiguen hablar del viaje en patera con una sonrisa tímida, aunque el miedo que sintieron en alta mar sigue ensombreciendo sus ojos. No tenían ni idea de qué les esperaba en el destino: «Ellos vinieron aquí a lo loco y esperaban cualquier cosa, incluso quedarse en situación de calle», señalan los chicos, a través del intérprete. Luego, cuando fueron atendidos por Cruz Roja —hasta entonces no sabían de la existencia de la ONG—, respiraron tranquilos.

Quienes no lo hicieron, al menos hasta ese momento y desde el comienzo del viaje en el desierto, eran sus familiares: no habían conseguido ponerse en contacto con ellos hasta la irrupción de Cruz Roja. A partir de entonces, la comunicación fue fluida y diaria. Lo cierto es que los artistas tienen muy presente a sus familias, pues uno de los objetivos de regular su situación y profesionalizarse como artistas consiste en ayudarles. «Ahora, si la cosa va bien, claro que van a recompensar a sus padres por el apoyo que les han brindado durante todo este tiempo en Marruecos», indica Jalal.

Tanto Abderazzak como Achraf aceptaban diferentes encargos artísticos en el reino alauita para poder hacerse con algo de dinero, que invertían para sobrevivir y ayudar a sus madres. Si bien, no les daba para conseguir el material adecuado y dedicar tiempo a sus dibujos, motivo por el que muchas veces optaron por el arte callejero.

El joven procedente de El Yadida, incluso, trabajaba en un taller reparando las ruedas de los vehículos, aunque tampoco de este modo obtenía las suficientes ganancias para explotar su arte. Cuenta, a modo anecdótico, que cuando llegó a Canarias y la policía registró su móvil este estaba repleto de llamadas perdidas: muchos clientes le preguntaban por sus dibujos. «Dejó algunas obras pendientes allí cuando se fue y llamó a amigos para avisar de que ya no estaba en Marruecos para terminar las obras», advierte el traductor.

Los chicos ya no se encuentran en Canarias. El pasado jueves se abrió un nuevo capítulo para ellos, pues fueron derivados a Málaga, junto con un grupo de migrantes. Abderazzak tiene claro que, si consigue regular su situación, se quedará en España. Achraf duda entre si quedarse en el país que le ha acogido o marcharse a Italia, donde tiene a una hermana.

Si bien, no titubean en cuanto a su motivación para salir de Marruecos: ir hasta el final con sus sueños y terminar vistiendo paredes con sus obras e, incluso, exponerlas. Tampoco vacilan respecto a la conexión que existe entre ambos: saben a ciencia cierta que «siempre van a ser amigos y que mantendrán el contacto. Aunque se separen cuando consigan los papeles, volverán a verse», vuelve a traducir Jalal, quien sonríe no solo con los labios.

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