¿Para qué vino el ministro?

Editorial ·

A Escrivá le costó mucho venir a Canarias y se va dejando la sensación de que viajó con desgana. O incluso de mala gana

Canarias7

Las Palmas de Gran Canaria

Domingo, 11 de octubre 2020, 08:22

Al ministro de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, José Luis Escrivá, le costó mucho venir a Canarias y se va dejando la sensación de que viajó con desgana. O incluso de mala gana. Quizás es que había planificado una gira triunfal y se tropezó con la realidad cuando acudió el pasado viernes al muelle de Arguineguín, en Gran Canaria, para ser testigo directo del drama migratorio y la insuficiente respuesta del Gobierno central a una cuestión que es de su exclusiva competencia. Se encontró ese día Escrivá con la llegada de centenares de inmigrantes y acabó reconociendo que la visita había servido para conocer el alcance real de la crisis. Pero eso, siendo importante, no es suficiente: lo que se espera de él es que aporte soluciones.

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Estamos hablando del ministro que canceló varias veces el viaje, que provocó la protesta del Gobierno canario y del Parlamento y que, por si fuera poco, presumía de que él no se dedicaba a hacerse fotos. Al final, se las hizo pero, más allá de sus contradicciones y de su facilidad para irritar a propios y extraños -ahí está lo sucedido ayer con el socialista Blas Acosta en Fuerteventeura-, ahora ya no caben más excusas: a su vuelta, Escrivá tiene que movilízar los recursos del Estado para atender una crisis migratoria que precisa de una respuesta coordinada entre su departamento y los ministerios de Exteriores, Interior y Defensa.

Pero no es solución que la planta alojativa turística se convierta de forma permanente en centro de acogida de unos inmigrantes que buscan una nueva vida en territorio continental europeo, donde muchos tienen lazos familiares. Condenarlos a una estancia indefinida en las islas, por muy confortable que sea el alojamiento, es comprar un billete para el conflicto. Porque no olvidemos que los migrantes vienen buscando generar ingresos para la supervivencia de los suyos en los lugares de origen, de manera que este limbo institucional en que se encuentran en las islas solo produce frustración.

Las instituciones y la sociedad canaria no dan la espalda al fenómeno migratorio. Todo lo contrario: contribuyen en la medida de sus posibilidades, pero no pueden ser cómplices de una estrategia que pasa por dejar que las islas administren el problema como si lo hubiesen generado. Así las cosas, ahora ya solo cabe preguntarse por qué el Gobierno central da la espalda a Canarias en este asunto.

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