El sueño de un equipo empieza con unas deportivas
Foro por la Isleta, que no entiende de razas ni género en el deporte, acudió a las ONG que acogen a menores migrantes con el objetivo de que este les sirva para integrarse
A las cinco y media de la tarde se enfrentan el equipo infantil de balonmano BM Suregranca y el histórico Canteras UD en el polideportivo municipal Jesús Telo. Poco antes de la hora, los jugadores ya se preparan y siguen las directrices de sus respectivos entrenadores para el calentamiento, que consiste en una fila rotatoria en la que uno defiende la portería mientras otro intenta meter gol. «Rápido, rápido, rápido», apura Tomás Peña a sus jóvenes canteranos a base de palmada.
Este vecino del barrio capitalino lleva más de 40 años vinculado al mundo del deporte, en un tiempo a pie de cancha, como árbitro, y ahora dando indicaciones desde el banquillo. Sabe bien los valores que se aprenden trabajando en equipo y es por eso que disfruta compartiéndolos con las nuevas generaciones, usando la actividad deportiva como herramienta pedagógica para la vida. Sin embargo, no fue hasta hace apenas unos meses cuando le surgió la idea de que el balonmano también podía servir de plataforma de integración para la gran cantidad de menores que han llegado en patera a las islas. «Acudimos a Cruz Roja y Cruz Blanca, que son dos de las ONG que conocemos que están gestionando algunos centros de menores, y les planteamos que trajeran a todos los que quisieran participar», explica Peña. «Después de discutirlo, les gustó la idea y hace unas semanas empezaron a venir dos grupos: una decena de adolescentes de entre 15 y 17 años, y otro tanto más pequeños». Los primeros, explica, entrenan tres días en semana, mientras que los segundos solo dos, alrededor de hora y media, aunque confiesa que a veces se les alarga la tarde porque la mayoría «no quieren salir de aquí».
Comienza el juego. Según el entrenador, la estrategia en infantil de poco sirve, ya que se trata de que aprendan las reglas básicas y algo de técnica pero, sobre todo, lo importante es que se diviertan. Las risas al esquivar al contrincante y la seriedad al pedir un pase parecen confirmarlo, a pesar de que ninguno de los menores africanos habla español. Son sus compañeros quienes les indican con gestos el movimiento que deben hacer, la línea desde la que deben tirar a puerta o el relevo en la jugada. Además, Peña asegura que recuerda algunas nociones básicas de francés que le son útiles y los más mayores ya empiezan a tener algunas habilidades en el idioma. Es el caso de dos jóvenes procedentes de Costa de Marfil que, aunque no forman parte de la categoría, quisieron ver el partido desde la grada. «Hablo poquito», repiten tímidamente.
La árbitro pita una falta cuando el bloqueo de un niño hace tropezar a su rival: «Así no», le reprende con el dedo y, a la siguiente oportunidad, ese mismo bloqueo aprendido sirve al equipo para marcar un gol. Desde el banquillo, el resto de compañeros aplaude, grita con euforia y celebra con la misma emoción cada vez que entra un tiro a puerta. «El orden, la disciplina y el compañerismo forman parte del deporte y ellos son uno más», continúa Peña, que pide cariñosamente algún que otro abrazo a los pequeños canteranos después de resolver otra disputa. «Son niños, aquí no hay distinción porque sean de un color u otro y no toleraría que la hubiera. Aunque no nos entiendan, nos comunicamos bien».
No obstante, el club no está exento de problemas, ya que el sueño de Peña va mucho más allá de que los menores se entretengan. Y es que pretende formar un verdadero equipo solidario e integrado que participe en los torneos. La presencia de los africanos ya ha permitido engrosar el número de jugadores en infantil, sobre todo la parte femenina. Un aspecto importante teniendo en cuenta que al pasar a la categoría de cadete (a partir de los 14 años), las chicas se encontraban con que no había suficientes para formar equipo. De esta manera, la pervivencia del femenino se alarga, apunta el entrenador.
«Hay una cuestión que me preocupa y es la de que consigamos homologar toda su documentación, porque la necesitarían para viajar o federarse y su situación es un poco complicada en ese sentido», explica. De momento, este inconveniente no les impediría participar de forma amistosa en los encuentros por toda la isla, pero el entrenador afirma que forma parte de la experiencia de jugar en un equipo.
Por ahora, el principal escollo que se han encontrado para poder desarrollar la actividad ha sido la falta de equipación deportiva. Algunos vecinos y asociaciones de la isla, así como las propias ONG que gestionan los centros de menores, la plataforma Somos Red o Foro por La Isleta, la iniciativa vecinal de la que también forma parte Peña, ya les han tendido la mano buscando donaciones para el equipaje deportivo, el calzado y las licencias. De hecho, aún continúan buscando a través de redes sociales playeras de talla 40-44 para los chicos del grupo de entre 16 y 18 años. También las instituciones han formado parte: el Ayuntamiento de Las Palmas de Gran Canaria ha cedido las instalaciones deportivas, mientras que ya negocian un pequeño presupuesto solidario desde el servicio de Asuntos Sociales y la unidad de Participación Ciudadana del Cabildo.
En este sentido, Peña reconoce que ha visto muchos gestos de solidaridad frente al racismo, y confía en que este solo sea un paso hacia una sociedad mejor. Al fin, termina el partido. ¿El resultado? «Eso es lo de menos».