La ONU reprocha a las instituciones la falta de respuesta a los migrantes desaparecidos

Más de 42.000 personas han muerto o desaparecido desde 2014 en las distintas rutas migratorias alrededor del mundo, según el proyecto Missing Migrants (Migrantes Desaparecidos), gestionado a través de la Organización Internacional de las Migraciones (OIM). Conocer si el estado de un ser querido es uno u otro se ha convertido en una carrera de obstáculos para los familiares que cada día llaman a las instituciones y ONG en busca de respuestas. Sin embargo, la policía no da datos oficiales y el Estado alega no tener obligación de llevar un registro. A pesar de que la creación de un centro de información para atender a los parientes de las víctimas sigue en la agenda de pendientes, apenas se ha avanzado en ella.

Ahora, la OIM se suma a los reproches sobre la ausencia de respuestas institucionales especializadas a través de un informe que advierte de las múltiples limitaciones estructurales con las que se encuentran las familias en el proceso de búsqueda. Se trata de un estudio piloto realizado entre abril de 2019 y marzo de 2021 con las experiencias de 76 familias de migrantes desaparecidas en España, Etiopía, Reino Unido y Zimbabue.

La organización precisa, además, que los mecanismos oficiales para buscar a los desaparecidos «no están adaptados para abordar la dinámica de los viajes migratorios irregulares». Según la investigación la falta de apoyo estructural de las autoridades y otros actores impiden que las familias -a quienes se les trata como sujetos pasivos- puedan realizar una búsqueda efectiva.

A estas barreras se suman otros condicionantes originados por las desigualdades en cuanto a género, edad, clase y raza, sin contar con que el estatus migratorio constituye un obstáculo per se, ya que la criminalización de estas personas dificulta que las familias denuncien una desaparición.

Como consecuencia, la gran mayoría se apoya en «redes informales», que incluyen a otros migrantes, activistas, asociaciones e, incluso, traficantes. Sin embargo, y pese al apoyo emocional que suponen en su búsqueda activa, tienen grandes limitaciones y pueden sufrir abusos.

Por otro lado, las familias se enfrentan al impacto emocional ante la «pérdida» de un ser querido: la mayoría de los entrevistados en el estudio revelaron haber sufrido «una angustia psicológica constante, incluidos traumas y depresión», y muchos han sido estigmatizados en sus comunidades. Las mujeres, además, sufren el estigma de la desaparición de sus maridos, cuya ausencia se achaca a «problemas causados por la esposa».

En este contexto, la OIM recomienda situar a las familias en el centro de todas las iniciativas relacionadas con la búsqueda de desaparecidos y tener en cuenta su experiencia. También insta a los Estados a adaptar los marcos legales e institucionales a las dinámicas particulares de esta realidad, a elaborar una hoja de ruta y establecer mecanismos de coordinación transnacional. La organización pretende con ello garantizar que las familias puedan presentar de forma segura un informe sobre la desaparición de sus seres queridos, así como financiar y capacitar a las autoridades y actores del tercer sector que intervienen en el proceso. Para la OIM, esto no se trata solo de un imperativo moral, sino que considera que «los Estados tienen obligaciones y compromisos internacionales con las familias de los migrantes desaparecidos».

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