El ‘sorpasso’ de ‘El renacido’
El sorpasso, aquel con que Podemos amenazaba con superar al PSOE de Pedro Sánchez, lo dio ayer este, y lo hizo contra su partido. Para ser más exactos, contra el poder orgánico. Contra los barones. Contra la poderosa -o no tanto- baronesa andaluza. Contra el histórico Felipe González y contra el menos histórico José Luis Rodríguez Zapatero. Contra los que estaban con él y, después de octubre, lo dejaron a las primeras de cambio para asegurarse el puestito -empezando por Antonio Hernando, que anoche al fin fue coherente y anunció su dimisión-. Contra la presión de los grandes medios de comunicación con sede en Madrid. Contra -seguramente- unas cuantas de las grandes empresas del Ibex -o todas-. Así se escribe la historia.
La resurrección de Sánchez se puede escribir en forma de épica, pero más bien en clave de malestar. Porque así como Podemos llegó a la escena política porque leyó perfectamente el enfado de buena parte de la sociedad por la crisis y el impacto desigual en la ciudadanía -todo ello acompañado de la incapacidad del Partido Socialista para mantener el espacio de izquierdas-, Pedro Sánchez interpretó igualmente a la perfección el sentimiento de la militancia: estaba de un enfado subido al darse cuenta de que la revuelta en aquel Comité Federal para desplazar a Sánchez era el principio de una película cuyo desenlace era facilitar la investidura de Mariano Rajoy. Con ello, los integrantes de aquella conjura buscaban quitarse de encima a un secretario general del que no se fiaban porque lo veían con ganas de ser presidente gracias a un acuerdo con Podemos y porque, de paso, deseaban ganar tiempo para recomponer el partido y asegurar que Susana Díaz encabezaría un nuevo PSOE que podría volver a ser lo que fue. Craso error, como se ve ahora: porque nada volverá a ser lo que fue. Es más, a fecha de hoy nadie sabe qué será de este PSOE con unos barones que, si fueran coherentes, deberían también dimitir.
Luego, entre aquella traumática sesión del Comité Federal y lo vivido ayer, apareció otro fenómeno que contribuyó a cimentar la victoria de Sánchez y sobre el que Díaz apenas se pronunció: la acumulación de escándalos de corrupción que afectaban al PP. Cada vez que alguien era detenido, cada vez que se conocían más detalles de cómo se dilapidó el dinero público, cada vez que jueces y fiscales acreditaban que el PP había financiado algunas de sus campañas con dinero a cambio de prebendas... lo que engordaba era la cuenta de votos de Sánchez.
El resultado es el ya conocido: de cada dos militantes, uno votó a Pedro Sánchez, con el añadido de que la participación es muy alta para un proceso de este tipo. ¿Supone el principio de la resurrección del PSOE o es un tiro de la militancia en la sien del propio partido, y del sentido común? Difícil contestar aún pero de momento a Sánchez nadie le quita el mérito. Con él, El renacido, los socialistas ya tienen la constatación de que la militancia se ha cansado de que le digan lo que tiene que escribir en el cuaderno.
Y todo ello, por si fuera poco, en vísperas de que se debata la censura presentada por Podemos. Censura condenada al fracaso, pero una derrota que puede ser algo más dulce para Podemos si Pedro Sánchez contribuye desde Ferraz a convertirla en el principio de la articulación de un nuevo frente de izquierdas. Ese que pudo ser y no fue por culpa -las vueltas que da la vida- de Pablo Iglesias.
Insisto: así se escribe la historia. Y la que queda.