Felices sueños

El director italiano plasma de manera magistral el profundo dolor que supone la pérdida de una madre. Una película de inequívoco estilo europeo, y especialmente de inconfundible estilo Bellochio.

La prematura e inesperada pérdida de su madre, supone un durísimo golpe para el joven Massimo, quien será incapaz de asumir semejante vacío. El filme es puramente existencialista, con grandes dosis de dolor, nostalgia, tristeza y búsqueda de respuestas a través de la religión, que juega un papel clave en la película y en la carrera cinematográfica de Bellochio. La transformación vital de Massimo, el protagonista, es narrada a través de constantes viajes al pasado y al presente, constituyendo un complejo conglomerado de piezas que poco a poco van encajando, siempre con gran calidad visual y con escenas de un nivel superlativo, que transmiten a la perfección el amor maternofilial. El ritmo del desarrollo está claramente marcado por sus diálogos, todos de una alta calidad, con un Massimo luchando de manera incansable por vivir una rutina normalizada, etapa que se acentúa en su edad adulta, cuando se ha consolidado como un periodista y escritor de éxito. El miedo y la impotencia que supone desconocer la verdad, la falta de respuestas buscadas en la fe, y el lejano recuerdo de una madre a la que realmente amaba, hacen que el protagonista se distancie de su padre, único testigo de aquella mañana trágica. A pesar de su ritmo pausado, Bellochio consigue que no apartemos la mirada de la pantalla, pues las respuestas están en cada escena.