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Steve Carell y Domhnall Glesson son los protagonistas de 'El paciente'.
Series en Disney | 'El paciente': un desolador drama con un asesino en serie en terapia

'El paciente': un desolador drama con un asesino en serie en terapia

Joel Fields y Joe Weisberg son los responsables de esta oscura ficción excelentemente interpretada por Steve Carell y Domhnall Gleeson

Iker Cortés

Madrid

Viernes, 23 de diciembre 2022, 07:42

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No hay mayor satisfacción para quien se dedica profesionalmente a escribir sobre series y películas que darle al play y descubrir que la nueva ficción televisiva que se le ha encomendado cubrir cuenta con capítulos de tan solo veinte minutos o que ese largometraje que va a ver en un pase privilegiado, apenas unos días antes de que la cinta se estrene en salas, se ajusta a esa hora y media que algunos conciben como la duración perfecta para contar el 90% de las historias. En una época donde la producción es ingente, el tiempo es oro.

Por eso cuando uno se acerca a un drama psicológico desolador y complejo como 'El paciente', organizado en diez episodios de los que la mayoría no alcanzan los treinta minutos, no puede evitar esbozar una sonrisa. La ficción creada por Joel Fields y Joe Weisberg, responsables de 'The Americans', para FX y que aquí se puede ver en Star, el sello adulto de Disney+, destina a cada episodio el metraje que debería tener, ni más ni menos. No debe ajustarse a unos tiempos concretos -hay episodios de 20 minutos y otros de 45 o 46- y eso, lejos de desorientar al espectador, refuerza una narración que va en crescendo y que pasa del impacto y horror iniciales, al hastío y la desesperación.

Porque 'El paciente' sigue los pasos del doctor Alan Strauss, un psicoterapeuta que un mal día se despierta desorientado en un cuarto que no reconoce, encadenado, literalmente, a los pies de una cama que no es la suya. Asustado comienza a pedir auxilio, pero nadie parece oir sus gritos. Un rápido vistazo a la habitación, dispuesta en los bajos de una casa, le deja claro que ha sido secuestrado: ahí están su pasta y el cepillo de dientes, sus pastillas y un tubo de crema para los hongos de los pies. En otro rincón, un rollo de papel higiénico y un orinal. La ansiedad le devora.

Su secuestrador es Sam Fortner, un inspector que se dedica a examinar la salubridad de los restaurantes de la ciudad, que ha estado acudiendo a la consulta del doctor Strauss escondido detrás de unas gafas de sol y bajo otro nombre. Tras varias sesiones en las que el psicólogo lo único que ha sacado en claro es que no es feliz y su padre le pegaba, Strauss le dice que si no se abre más, no van a poder hacer nada. Sam decide capturarlo, y aquí es donde hay que suspender la incredulidad, para llevar una terapia extrema en el bajo de su vivienda. ¿La razón? Tiene una pulsión que le lleva a asesinar a quien cree que no hace lo correcto.

A partir de ahí se desarrolla un inteligente drama con toques de supervivencia que aborda fundamentalmente las dificultades en las relaciones paterno-filiales, la incomunicación o la decepción y que no queda constreñido a las cuatro paredes en las que se ve atrapado el doctor, hábilmente interpretado por el genial Steve Carell. Y es que su encierro le lleva a bucear con su mente por el pasado, desvelando poco a poco asuntos como su vida en familia, la reciente pérdida de su esposa, a causa de un cáncer, la 'rebeldía' de un hijo que no acabó siendo como ellos querían o la importancia de la tradición judía en el seno de la familia. Y, al mismo tiempo, se psicoanaliza a sí mismo, tratando de subsanar la ruptura de su propia familia, e imagina formas de salir de una cárcel que parece cada vez más definitiva. Todo mientras intenta tratar a un paciente desesperado con su infelicidad, que dice ser consciente de no ser normal pero que tampoco se siente loco, en un duelo profundamente psicológico de inteligencia y resistencia intelectual.

Vídeo.

Con pocas pinceladas de humor, casi todas procedentes de Sam -su 'pasión' por la música country ya es todo un chiste-, el personaje al que encarna un fabuloso Domhnall Gleeson sin emoción alguna y robótico que la serie descubre poco a poco, la ficción, con una fotografía y una música sencillas pero efectivas, esconde en su desarrollo más de una inesperada sorpresa mientras se va volviendo más y más angustiosa y establece conversaciones sobre el amor, la religión judía, vital en el desarrollo del serial, el machismo, el duelo por la muerte de un ser querido, la ausencia o la empatía.

Pese a sus evidentes logros, hay, sin embargo, alguna decisión narrativa que parece un sinsentido -ese momento ¡eureka! a través de una entrevista al asesino en serie Edmund Kemper- y un final que plantea también ciertas dudas, pero que no enturbia un viaje fascinante por los recovecos del alma y la mente humanas.

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