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A pesar de haber ganado el Goya en esa categoría, el mejor efecto especial de 'El Hoyo' es un actor de 74 años que se come la película. Zorion Eguileor (Mundaka, 1946), «un nombre capricho de mi madre», también devora en el filme los desperdicios con los que sobreviven los protagonistas de esta distopía ambientada en una prisión que ha deslumbrado a los críticos y que llegará a Netflix el 20 de marzo. Es el primer papel protagonista para un actor extraordinario, que desde que se jubiló a los 65 trabaja más que nunca. La última planta del caserón familiar en el puerto de Mundaka acumula los recuerdos de uno de los fundadores del grupo de teatro Akelarre, al que también le dio tiempo para ser cantautor comprometido, compositor de temas en euskera para Lolita Sevilla, periodista radiofónico e inventor de la Aste Nagusia bilbaína. Mientras toca el piano, desde los ventanales la ola izquierda más famosa de Europa penetra en el estuario del Urdaibai.
«Mis orientaciones artísticas siembre fueron bien vistas en mi familia, a pesar de saber que no tendría porvenir económico», arranca con su voz profunda uno de los pocos mortales que puede presumir de vivir en una calle bautizada con el nombre de su padre. El txistulari, musicólogo y agitador cultural Jose Mari Eguileor tan pronto trabajaba como director artístico de 'Tormenta', una película de John Guillermin que se rodó en el pueblecito costero en 1955 –«algunos de sus actores se alojaron en esta misma casa»–, como tocaba el piano junto al director teatral Cayetano Luca de Tena cuando este veraneaba en Mundaka.
A los 17 años, Zorion ya había completado el bachillerato y el Conservatorio. Su primer trabajo fue dar clases de música a los enfermos del manicomio de Mondragón. «Partituras sacras para entretener a los internos ricos, como el hijo de Betancourt, que fue presidente de Venezuela». A finales de los 60, estudia Periodismo en Madrid con Emilio Romero de profesor. Ya había compuesto canciones para los carnavales de Mundaka –«en mi casa siempre se había hablado en euskera, hasta el portal, claro»–, así que, animado por los amigos, actúa en un festival folk que se celebra en Santurtzi.
Gana Natxo de Felipe, que todavía no había fundado Oskorri, pero entre el público está el delegado de la discográfica EMI en la zona norte, que le ofrece un contrato con la multinacional. La portada de su primer disco en 1971 le muestra subido a un 850. «Era la época de Xabier Lete, Lourdes Iriondo, Benito Lertxundi...», recuerda. «Estaba lleno de utopías, comprometido por el euskera, sin pensar jamás en tener una carrera como cantante». Graba tres discos con EMI y un cuarto con Movieplay, «con tan mala fortuna que era una discográfica propiedad de Ruiz Mateos». Trató a la 'gauche divine' barcelonesa en Bocaccio y La Cova del Drac y estuvo dos años de bolos «palmando dinero». Hasta Blas de Otero le pidió que adaptara sus poemas.
Su nueva vida como locutor en Radio Popular de Bilbao transcurre «en unos años complicadísimos, que no me gustaría vivir de nuevo». El 17 de agosto de 1977, lanza un reto a sus oyentes: reivindicar unas fiestas populares. Al asomarse a la ventana de la emisora en la calle Henao, descubre a un millar de personas. Zorion encabeza la improvisada manifestación junto a una banda de txistularis. Recorren la ciudad pasando por La Palanca, la zona canalla de alterne, y los 'grises' les abren paso. Al año siguiente, el Ayuntamiento convoca un concurso de ideas para organizar las fiestas que ganó la comparsa Txomin Barullo. Nace la Aste Nagusia, de la que su creador fue pregonero hace un par de años.
Zorion echa de menos las noches locas de aquellos teatreros de Akelarre, «una mezcla de intelectuales y balas perdidas de Neguri», en un Bilbao «oscuramente dinámico». También se acuerda de quienes le criticaban por irse a trabajar a Madrid y por llevar el euskera a las salas de fiestas: «Pensaban que era vulgarizarlo». Apagada su voz en la radio, se vuelca en el teatro, el cine y la televisión. Con Tanttaka realiza más de mil funciones de 'El florido pensil', incluida una gira por Hispanoamérica. En 1995 aparece en 'Salto al vacío', de Daniel Calparsoro, de quien conserva «un recuerdo horroroso, el de un director maleducado que le decía disparates a Saturnino García, hasta Mariví Bilbao estaba asustada». Después vinieron películas como 'Visionarios', 'La voz de su amo' y '80 egunean', y series como 'Cuéntame', 'La que se avecina', 'El tiempo entre costuras', 'Estoy vivo' y 'La caza. Monteperdido'.
«Nunca he hecho un casting, y a estas alturas no me voy a poner a hacer un 'book'. Si quieren buscarme ya saben en qué teatro estoy», afirma el actor, que durante una época se hartó de rodar cortos sin cobrar. «Una vez fui con Mariví a Nájera y no nos dieron ni bocadillo...». Casado con Alicia Suárez, la maquilladora de la Ópera de Bilbao y madre de su único hijo, Zorion Eguileor presume de haberse llevado bien con todos sus compañeros. «En 'Muerte de un viajante' me advirtieron de que tuviera cuidado con Pepe Sacristán, que era muy especial. Todo mentira. Convivimos más de un año, él tiene sus manías, igual que yo».
El actor, que en breve comenzará a rodar el segundo largo de Igor Legarreta, nunca había visto la gala de los Goya, pero el pasado sábado aguantó hasta que Galder Gaztelu-Urrutia, el director novel de 'El Hoyo', perdió su estatuilla. «¡Qué coñazo! ¿Quién paga todo eso?», se ríe. Amante de los estrenos y las alfombras rojas, –«me encuentro con amigos que no he visto hace tiempo y me pongo al día»–, su «tragedia» es que cada vez que trabaja le descuentan su pensión. «Hay una frase que dice mi personaje del abuelo en 'Estoy vivo': lo bueno de ser viejo es que puedes decir lo que te salga de las pelotas».
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