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El pasado 19 de diciembre todos los partidos políticos con representación en el Ayuntamiento de San Sebastián participaron por primera vez en un acto de homenaje a Mikel Zabalza. Conductor de los autobuses municipales y natural de Orbaizeta (Navarra), Zabalza tenía 33 años cuando fue detenido por la Guardia Civil durante la madrugada del 26 de noviembre de 1985, horas después de un atentado que había costado la vida a dos soldados y a un guardia civil en Pasaia. Su pista se perdió en el cuartel de Intxaurrondo. Su cuerpo fue encontrado veinte días después en Endarlatsa, cerca de la frontera entre Gipuzkoa, Navarra y Francia, flotando esposado en el río Bidasoa.
Su familia siempre negó que perteneciera a ETA. La versión oficial defendió que Zabalza huyó mientras mostraba a los guardias civiles, de noche, un zulo en la zona. Un documental que llegará a las salas el 26 de febrero reconstruye aquellos tensos días en los que las calles de Euskadi se llenaron de pintadas de «Mikel gogoan zaitugu». Amaia Merino, que firmó junto a su hermano Aitor Merino 'Asier eta biok', y Miguel Ángel Llamas codirigen 'Non dago Mikel?', que en el pasado Festival de San Sebastián obtuvo una Mención Especial del Jurado del Premio Irizar «en reconocimiento al testimonio de las horrendas y sistemáticas violaciones a los derechos humanos a través de un necesario trabajo con imagen de archivo».
El filme salta del presente al pasado y adopta la forma de una investigación con entrevistas y material documental. En el caserón de los Zabalza en Orbaizeta, enclavado en un bucólico paraje nevado, tres sobrinas del protagonista descubren una caja bajo la cama con secretos familiares. Su figura sigue muy presente aunque no se hable de él. Mikel era el mayor de nueve hermanos y un pastor frustrado porque no era capaz de reconocer a las ovejas. Un hombre casero y familiar que no sabía nadar y que fue detenido junto a su novia, dos de sus hermanos y su primo. Incomunicados durante días en aplicación de la Ley Antiterrorista, sin derecho a un abogado ni a un forense, todos salieron sin cargos y sin fianza tras denunciar haber sido víctimas de torturas. Todos menos Mikel, cuyo cadáver encontraron buzos de la Guardia Civil tras tres días de búsqueda.
'Non dago Mikel?' reconstruye un tiempo que parece muy lejano aunque no lo sea. Un paisaje en tonos ocres con manifestaciones y cargas policiales en el Bulevar donostiarra, huelgas generales y funerales multitudinarios. Hoy sorprende la hostilidad con la que el entonces ministro del Interior José Barrionuevo respondía en el Congreso al diputado del PNV Marcos Vizcaya, que se interesaba por el paradero de Mikel Zabalza. O las estremecedoras imágenes de los efectivos de la DYA sacando el cuerpo del río en presencia de la familia, mientras la madre llora desconsolada. «Todavía tenemos una asignatura pendiente. Fue algo muy fuerte y muy doloroso para mucha gente y por eso tenemos que revivirlo, las nuevas generaciones deben conocerlo como parte de una Historia más amplia», justifica Amaia Merino.
El filme ha sido posible gracias al micromecenazgo de más de 400 personas y a la participación del Instituto Navarro de la Memoria, la Diputación Foral de Gipuzkoa, Gogora (Instituto de la Memoria, la Convivencia y los Derechos Humanos) y EiTB, que lo emitirá tras su paso por salas de Madrid, el País Vasco y Navarra. Algunos de sus protagonistas ya han muerto, como Idoia Aierbe, la compañera de Zabalza, el exgeneral Enrique Rodríguez Galindo, que estuvo 14 años al frente de la 513 Comandancia de la Guardia Civil, con sede en el cuartel de Intxaurrondo, o el director artístico Ion Arretxe, detenido el mismo día que Zabalza cuando tenía 21 años y que también denunció torturas.
Arretxe, que volcó su memoria de juventud en 'La sombra del nogal' (ediciones El Garaje), finalista del Premio Euskadi de Literatura en castellano en 2015, es el otro gran protagonista de 'Non dago Mikel?'. Su conversación con el forense Paco Etxebarria contiene imágenes sorprendentes, como Galindo quitándole una bolsa de la cabeza, y reflexiones que le acompañaron durante toda su vida: la falta de empatía de los torturadores -«¿no os doy pena?», pensaba- y la desilusión de estos al constatar que no habían detenido a un etarra: «Piensas que has sido un mierda y que debes algo al que ha sido militante, sientes un complejo de culpa hacia tu pueblo». 35 años después, nadie ha sido juzgado por el caso Mikel Zabalza.
«Las sobrinas de Mikel no se atrevían a preguntar, sabían que abrir la caja iba a ser doloroso», cuenta Amaia Merino. «Su figura es una sombra y una luz, han sufrido y han aprendido mucho y así debería ser para todos. Las imágenes del documental pueden hacer pensar que es un tiempo pasado, pero los que ya tenemos una edad sabemos lo rápido que pasa todo. Y fue antes de ayer». La directora precisa que no habla en nombre de la familia, pero en el ánimo del documental «no está tanto que pague alguien por aquello como que se reconozca para que no se vuelva a repetir». «Quiero que el espectador se pregunte bajo qué circunstancias le parecería bien que eso se hiciera. A veces pienso para qué nos preocupamos por la memoria histórica si después nos inundamos de rabia. Yo estoy feliz de ser inoportuna, me encantaría que me adjudicaran ese título».
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