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Ethan Hawke en 'Zeros and Ones'.

Abel Ferrara retrata el miedo y la paranoia en que vivimos

Ethan Hawke interpreta a dos hermanos, un soldado y un revolucionario, en 'Zeros and Ones', la particular versión de un thriller de acción del director de 'Teniente corrupto'

Jueves, 9 de diciembre 2021

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Siempre es una buena noticia que Abel Ferrara, cineasta maldito donde los haya, si es que tamaña etiqueta tiene sentido alguno a día de hoy, estrene en el circuito convencional de las salas de cine. 'Zeros and Ones' se llevó el premio a la mejor dirección en el Festival de Locarno, y no es para menos si entendemos la mirada autoral como algo radical al margen de tendencias. Así es la última obra del responsable de 'Teniente corrupto' y 'El rey de Nueva York', adicto a una oscuridad que no falta en las imágenes de su nuevo trabajo, con claras referencias, mascarillas incluidas, al confinamiento que hemos vivido hace unos meses y a una pandemia que aún burbujea y transmite una inseguridad brutal a la población.

El artífice de la genial 'El funeral' aprieta en sus manos y exprime en sus meninges un material que podría dar lugar a un thriller de acción para transmutarlo en otra cosa, en una visión extraña, a ratos perversa -¡faltaría más!-, de un mundo a las puertas del apocalipsis. Se salta las reglas del trillado género apostando por un ritmo moroso y desconcertante, por diálogos ásperos y situaciones incómodas, más cercanas a la realidad. Ethan Hawke protagoniza por partida doble -interpreta a dos hermanos diametralmente opuestos en lo ideológico- la historia de un soldado estadounidense destinado en Roma que, supuestamente, debe desenmascarar una amenaza internacional. En su periplo graba algunas estampas perturbadoras, cámara en mano, cual voyeur no-accidental, mientras intenta avanzar en sus propósitos.

Una imagen de 'Zeros and Ones'.
Una imagen de 'Zeros and Ones'.

'Zeros and Ones' comienza con un mensaje a la audiencia grabado por el propio Hawke, para poner en situación al espectador, y cierra con otro video corto de su cosecha que da la puntilla, a petición del propio Ferrara. Con todo, la película no llega a la hora y media, lo que es de agradecer en la actualidad. Tiempo más que suficiente para desgranar un relato ambientado en una suerte de caos contenido, a punto de explotar. El miedo y la paranoia gobierna un mundo sumido en la confusión. La narrativa deslavazada ayuda a transmitir una clara sensación de pesadilla sin control. El uso de la cámara lenta, el zoom y algunas texturas propias del cine de los años 90 en algunas secuencias del montaje subrayan las mirada sombría de un autor que no quiere ver la luz, ni dar respiro, en este sentido, a un público que puede sentirse perdido ante otra alucinación filmada por el culpable de la fascinante 'The Addiction'. No es apta para cualquier gusto. Conviene quemar el manual del modo de representación habitual antes de verla. El guión existe para que no exista.

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