Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Por inercia, por empatía con cualquier madre, por solidaridad femenina, por la rabia que me da escuchar aquello de «el padre también tiene derecho», estoy con Juana Rivas, la madre que en un intento desesperado de evitar que sus hijos sean entregados a un padre maltratador, condenado por ello, ha huido con los niños, escondiéndose de todos y de todo hasta que un tribunal le dé amparo. Digo, estoy con Juana, la entiendo. Y la campaña viral que corre por las redes sociales como la espuma dando cobijo a esta mujer me ha tocado la fibra, he vuelto a creer en la solidaridad. «Juana está en mi casa», gritan miles de voces. En mi casa, Juana también tiene las puertas abiertas. ¿Pero por cuánto tiempo? No lo sé. No es la solución.

«Tú que eres sensible, bueno, que estás sensibilizada con los temas de violencia de género, ¿qué opinas de...?», me pregunta cada cierto tiempo un colega. Yo siempre lo miro desconfiada, amenazada y amenazante, y le intento dar la respuesta que busca para acallar el machismo cotidiano que lo asalta y lo descoloca cada día, para lograr la clave que le haga entender el feminismo que lo rodea cada vez más y que no le disgusta pero le desconcierta.

Pero a veces no tengo respuestas, no sé qué decirle, tengo que pararme y pensar qué es lo mejor. Muchas veces es difícil. Es fácil ponerse del lado de Juana, de sus hijos, es lo más fácil en realidad. Pero mientras tomamos posturas de forma acertada o equivocada, quién sabe, hay cuatro personas cuyas vidas están en suspenso. Al fin y al cabo, por mucho que Juana y sus hijos estén arropados por todo su pueblo, por medio país, está a la espera de que un tribunal le diga su futuro. Y hay un padre, condenado hace años por un delito de lesiones en el ámbito familiar, una pena que no pasó de unos meses de alejamiento, tras lo cual –leo– nació uno de los vástagos que ahora, también, está en algún punto de la geografía española, en alguna casa solidaria, esperando retomar su vida. Junto a su madre, o junto a su padre, eso lo decidirán otros.

El gran pacto de Estado contra la violencia de género tantas veces reclamado recoge entre sus logros que en ningún caso un padre logre la custodia compartida cuando haya habido condena. Se van a poner medios económicos y se cambiarán algunas cosas en el sistema judicial, también en el sanitario y en el educativo. Mientras, Juana puede ser cualquier mujer; estar en cualquier sitio; y yo seguiré muchas veces sin saber qué contentar, sin saber qué es lo mejor.

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios