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Un Gobierno «fuerte»

Jueves, 1 de enero 1970

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Y llegó otro día D. Una nueva «fiesta de la democracia» que ya se va tornando en duelo, dado que, a lo que parece, a nuestra clase dirigente le molesta precisamente eso, la democracia y su consecuencia directa: tener que hacer política, es decir, pactar y llegar a acuerdos, comprometerse con un programa y seguirlo. Por ello es de temer que, ante la posible abstención que vaticinan, no salgamos de este bucle y nos vuelvan a llamar a las urnas hasta que resucite el bipartidismo.

Pero salvo en la mitología religiosa, las resurrecciones son tan improbables como desastrosas. Resulta llamativo, eso sí, que algunos de nuestros políticos no dejen de hablar de la pluralidad y diversidad de nuestra sociedad, algo que celebran por todo lo alto salvo cuando la ciudadanía hace uso de su derecho a votar por quien más le convenga o, al menos, por quien menos daño le haga.

Que Pedro Sánchez siga empeñado en un «Gobierno en solitario» es, en el mejor de los casos, peligroso, porque pide a la ciudadanía que le ayude a formar una mayoría que le permita decidir por todos y todas, esto es, obviando las voces de quienes no están en su línea y eso, en unas elecciones generales, son millones de personas. Un Gobierno «fuerte» no es aquel que puede hacer y deshacer sin contar con el resto de formaciones sino el que es capaz de convencer, con argumentos, a una mayoría suficientemente amplia. Un Gobierno «fuerte» es el que mira a los millones de catalanes y catalanas para que se sientan también parte de un proyecto común, el que escucha a las minorías y tiene en cuenta las demandas y aportaciones de diferentes colectivos. Un Gobierno «fuerte» es un gobierno de consenso, no de mayorías absolutas.

¿Cómo va a saber un Gobierno «fuerte» cuáles son los problemas de la ciudadanía si no la escucha? ¿Y cómo la va a escuchar si no necesita convencerla de una acción de gobierno?

Buena parte de la ciudadanía hoy no se conforma con el «control» gubernamental que ejercen indirectamente sus representantes y, de vez en cuando, los medios de comunicación. También quiere, queremos, participar en el antes, en la toma de decisiones orientando la acción del Gobierno, sin necesidad de crear lobbys para presionar a puerta cerrada. Pero para ello ese Gobierno debe escuchar y, hasta ahora, en España, ninguno lo ha hecho. Ojalá tengamos la suerte de que el resultado de hoy en las urnas obligue, por fin, a aprender qué es hacer política.

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