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La caída del régimen

La caída del régimen

Jueves, 16 de julio 2020, 11:29

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El viernes 14 de junio Fernando Clavijo presidía la mesa en la palacete de Ciudad Jardín ante un grupo de líderes políticos que le podrían dar la mayoría para seguir gobernando Canarias. Por su mente no pasaba desaparecer de la escena política y con la soberbia que le caracteriza se postuló para seguir mandando y que Antona asumiera el papel de bufón a su servicio en el Gobierno. Todos los que allí estaban se miraron una y otra vez ante un Clavijo que no reconocía su debilidad y que trataba, una vez más, de utilizar al PP como peón de su juego.

Todos los que acudieron a esa mesa sabían que de allí no saldría ningún pacto, el primero Casimiro Curbelo. Clavijo había escrito su epitafio y ahora se disponía a enterrar su cadáver y el de su partido, con única esperanza de que Génova se plegara a sus intereses. A pesar de las presiones para que se apartara antes de que fuese demasiado tarde, el presidente en funciones se resistía a soltar el poder y salvar a su partido.

Una semana después, el miércoles 19, Clavijo creía que lo tenía todo amarrado. Soria se había encargado de que Casado enviase a Canarias a dos de sus peones con mando en plaza. Sin el más mínimo reparo querían liquidar a Asier Antona que se había convertido en un estorbo para sus planes y los de Soria. Acuerdan un pacto humillante para el PP sin contar con la dignidad de Antona y sus barones insulares, que no aceptaron la afrenta, pero sobre todo sin contar con el hecho de que desde hacía una semana, y después de la comida en la casa de Ciudad Jardín, Casimiro Curbelo ya había tomado la decisión de estar al lado de quien sí tenía una mayoría estable para sus intereses, un programa pactado y menos basura debajo de las alfombras. Casimiro Curbelo contó, además, con otro dato trascendental. Una llamada del PP en la que se le advertía de que si firmaba el pacto con CC y con Australia de presidenta en las filas del grupo popular habría muchas fugas de votos para su investidura. Para el líder gomero el pacto de derechas era ya una jaula de grillos por la que no merecía la pena apostar.

Las horas contaban y todo se precipitó para Clavijo. A las 13.00 del jueves día 20, en los despachos de Presidencia, en los de CC y en algunas empresas afines se lloraba. Todo estaba perdido. Clavijo, cegado por la soberbia y guiado por intereses ajenos, había enterrado a Coalición Canaria. El régimen había saltado por los aires y miles de damnificados miraban, llorando, para las pantallas de sus ordenadores que arrojaban la noticia histórica de un pacto de progreso. Miraban también para las esquinas de sus despachos, esos que llevan habitando hace 30 años y desde los que se construyó un modelo de partido que es sólo una Unión Temporal de Empresa que ha permanecido unida gracias a un reparto generosos de dividendos en el Boletín Oficial de Canarias que, a su vez, genera un paraíso clientelar.

Hay que prever que una vez descompuesto el régimen vendrá la descomposición de Coalición Canaria. La UTE sin negocio no funciona y un partido sin ideología y objetivos que lo sostenga en la oposición se desmorona, además cuando para muchos marginados, especialmente del ámbito de la izquierda nacionalista, se abre un nuevo espacio, el de Nueva Canarias, llamada, ahora sí, a refundar este espacio vital para los intereses de Canarias frente al Estado, en el que seguimos estando a la cola en poder e influencia.

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