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El modelo de financiación autonómica no se cambia de un día para otro. Y es razonable que Pedro Sánchez lo tenga claro a pesar de que a los presidentes de comunidades autónomas (con independencia del color político) se les venga abajo las expectativas. Es más, hablar de este tema conlleva traer a colación el cupo vasco que tanto ataca Ciudadanos. No es, por tanto, el momento. Sin que esto quiera decir que se haga igual que con la reforma de la Constitución que ya es en sí una cantinela recurrente, un debate de años y años que acaba en nada. Así las cosas, si además hablamos de dinero el tema se recrudece. No se puede afrontar con 84 diputados. Y Sánchez es consciente. Su intención es primero consolidarse y luego, en ese potencial segundo mandato, encarar el ramillete de cuestiones pendientes. Puestos a modificar, tocaría primero la reforma laboral (de gran calado político para el electorado tradicional de izquierdas) que por ahora no pasa de recuperar la ultraactividad de los convenios y poco más, cuando es el gesto que los sindicatos esperan tras la caída de Mariano Rajoy. CC OO y UGT han soportado la contestación a la austeridad más allá de que por último surgieran otras plataformas de reivindicación que superaron a los sindicatos de clase.

La cuestión catalana ha servido como pretexto (y muy cierto) para dejar estancada la transformación del modelo de financiación autonómica. Pero ya hay mandamases regionales que comienzan a advertir que no todo puede pararse pendientes de lo que acontezca con el soberanismo catalán. Entre otras cosas, porque va a enquistarse y sin pacto por mucho tiempo. ¿Vamos a estar todos bloqueados por el pulso independentista?

No obstante, la actualización de la Constitución o del modelo de financiación autonómica es mejor hacerlo cuando el bipartidismo esté recuperado electoralmente. Para empezar, en aras de evitar que dentro de unos cursos los que lleguen a La Moncloa hagan lo contrario. Es lo que justo ha venido pasando con el sistema educativo, una paradoja, que desgraciadamente por cada Gabinete hay una ley diferente. Esa prudencia es aconsejable, la reconoce Sánchez al mentar la arquitectura de distribución del dinero y es lo procedente con los números parlamentarios a mano. ¿Reformas? Sí, pero las escasas que permiten el escenario actual. De lo contrario, eres preso de Ciudadanos y Podemos que aprovecharán para distanciarse a la par que el PP está con lo suyo. La legislatura pretende Sánchez consumarla. Primero, relanzamiento electoral. Luego, obras de Estado. Para eso también concurre la necesidad de que el PP se recupere y desplace a Ciudadanos. Entonces lo estructural se podrá limar (incluida la Carta Magna) cuando dos actores políticos importantes se pongan de acuerdo en lo esencial. Tener más invitados suena a locura parlamentaria italiana.

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