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Directo Vegueta se tiñe de blanco con la procesión de Las Mantillas

Otro atasco... y a seguir pagando impuestos

Jueves, 1 de enero 1970

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Volvió a suceder. Coges el coche un viernes en la capital grancanaria y rezas a todo el santoral para ver si te libras del atasco... y se ve que los santos están muy ocupados, porque las oraciones caen en saco roto. Como también los ruegos al Ayuntamiento para que se tome en serio lo que está pasando. Que no es otra cosa que la evidencia de que la ciudad se está convirtiendo en odiosa.

El conductor acaba con la sensación de que hay un mandato político para aburrirlo y finalmente expulsarlo de la ciudad. Algo así como: «Váyase usted de aquí, que molesta». Pero sucede que cuando acaba el mes y se han facturado menos multas de las previstas, entonces sí que hay un despliegue un agentes policiales en las calles más transitadas. Y no seré yo quien defienda al que se salta las normas, pero me pregunto qué le queda al ciudadano cuando ve que hay un atasco y no aparece agente policial alguno para devolver la fluidez al tráfico. De la aparición del concejal de turno o de cualquier otro del equipo de gobierno, mejor ni hablamos. Se ve que están ocupados en lanzarse piropos a cuenta de lo fantástico que salieron los carnavales -o eso creen-, de lo bien que están gestionando el proyecto de la MetroGuagua -o eso se dicen entre ellos-, y de los chachis y progres que son -o eso se piropean para luego, cuando el otro da la vuelta, asaetearlo con puñaladas traperas-.

Si yo fuera concejal responsable en un grupo de gobierno igualmente responsable, me tomaría en serio el hecho de que la capital grancanaria no merece estar entre las capitales españolas con mayor problema de tráfico. Si yo fuera el consejero del Cabildo encargado del mantenimiento de las principales vías de la ciudad -como la Avenida Marítima-, también me preocuparía del estado del firme, que se convierte en otra tortura. Pero debe ser que están ciegos y que ojos que no ven, corazón que no sienten. O quizás que unos y otros se suben demasiado al coche oficial y sufren menos los atascos, porque a fin de cuentas pueden ir en el asiento trasero leyendo, hablando por el móvil, jugando con la tableta, viendo una serie de televisión...

Ayer, en suma, la ciudad volvió a ser una urbe odiosa para los conductores. Esos que ya sabemos que contaminamos con las emisiones de los vehículos, pero a los que tanto nos quieren los políticos de turno cuando se trata de cobrar impuestos por el vehículo, por las plazas de garaje, por los vados y por los recargos tributarios de los combustibles.

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