No son cuatro duros

Con todo, conviene repasar el cúmulo de contradicciones. Hubo un tiempo no tan lejano en el que la izquierda aspiraba a un único tramo del Impuesto sobre la Renta de las Personas Físicas (IRPF). Eran aquellos años de insostenible bonanza en los que José Luis Rodríguez Zapatero asumía que bajar impuestos era de izquierdas. Un IRPF acotado para todo hijo de vecino sin prácticamente considerar su rango de ingresos. Sin duda, un dinero no recaudado que ahora se echa en falta dada la insoportable deuda pública que atañe al país. Entonces nuestro problema no era de deuda pública sino de deuda privada, es verdad, pero una mayor presión impositiva podría haber desincentivado el frenesí de la burbuja inmobiliaria. Este fue el gran quebradero de cabeza de Zapatero en su segunda legislatura: ¿era posible un aterrizaje suave de la especulación del suelo?

Al paso que va el mercado laboral habrá que encarar el debate sobre si los robots deben cotizar. Es evidente para algunas autoridades del pensamiento liberal que el Estado del Bienestar no se sostiene, y añado que puede ser que sea así en cuanto que no haya cambios en la política fiscal. Es aquí donde la socialdemocracia debe afrontar qué hacer ante la robotización y digitalización del mundo del trabajo. Premisas de tipo clásico que hay que abordar con independencia de evitar los descaros fruto de la amnistía fiscal como de futbolistas que hacen y deshacen mientras son aplaudidos por una parte significativa de la población como si su presunta deuda tributaria no fuese con ellos. Al tiempo que compran sus camisetas se pierde recursos en sanidad o educación. Luego nos llenamos la boca con reproches y palabras sobre la ausencia de progreso, y es así, pero la sociedad también participa de incoherencias que al propio colectivo le salen caras, muy caras.