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Monotema catalán

Jueves, 1 de enero 1970

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Vas a comprar una barra de pan y te alcanza el runrún de dos señoras que repasan el discurso de Puigdemont ante el primer café del día. Cruzas la calle mientras el taxista que espera el semáforo sube el volumen del seguimiento en directo de la respuesta de Soraya Sáenz de Santamaría. Coges el ascensor con pavor, temiendo que el vecino te pregunte por el artículo 155...Nada se mueve en este país desde hace ya tres semanas más allá de Cataluña y el calendario barrunta que el estado de sitio para el resto del país se alargará mucho tiempo.

Cómo es lógico, llamar a un ministro para preguntarle «y de lo mío qué» cuando está armando los resortes para controlar las infraestructuras si el presidente de la Generalitat contesta hoy al requerimiento de Rajoy suena bastante ingenuo. Pedirle a un secretario de Estado que mande los euros para financiar un convenio resulta infantil si el alto cargo se encuentra atrapado en el laberinto de asaltar el sistema fiscal catalán cuando se intervenga esa comunidad autónoma. Todos esos asuntos importantes para el resto de las regiones parecen ahora nimios, es cierto, pero no por ello dejan de ser urgentes para Canarias, Valencia, Extremadura o Galicia.

El monotema catalán, aún siendo trascendental para este país, lo absorbe todo hasta el punto de que muchos habrán dejado de leer esta columna por carecer de un análisis concienzudo de si las fuerzas armadas pisarán pronto La Barceloneta o si Trapero saldrá hoy esposado tras su declaración. Vaya por delante una disculpa tan sentida como la que tendrán que dar los dirigentes autonómicos a los ciudadanos cuando en los próximos meses les pregunten por la gestión de sus problemas cotidianos. «Lo siento mucho», dirán, «pero todavía espero una cita con el ministro».

También habrá que esperar al menos hasta el primer trimestre del próximo año para que Cristóbal Montoro tenga un escenario mínimamente despejado para diseñar, consensuar y aprobar un nuevo presupuesto estatal. Hay que armarse de paciencia para conseguir un sistema que abarate los vuelos a la península, más dinero para las carreteras o nuevos recursos para dependencia. Es lo que toca, aunque asumirlo alivie bien poco.

La duda que subyace es cuánto tiempo puede aguantar todo un país esta situación de parón. ¿Un mes más, hasta final de año o hasta que se convoquen elecciones generales anticipadas?

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