Borrar

Necesitas ser registrado para acceder a esta funcionalidad.

Compartir

Aunque escrita por una persona adulta parece una letra de un alumno o alumna de enseñanza Primaria. Y no de los brillantes, de los que se intuye que tienen capacidades literarias. Su mediocridad, su simplismo, su falta de imaginación, no ha impedido el inmediato aplauso del presidente del Gobierno y del líder del partido naranja, inmersos hoy en una competición que trata de dirimir quién lo tiene más grande. El patriotismo, digo.

Una competición que tuvo sus momentos álgidos con la crisis territorial en Cataluña, el referéndum y la media declaración de independencia. Y en donde Mariano Rajoy, hay que reconocerlo, mantuvo una actitud más moderada, en las formas y en el fondo, que concluyó con la aplicación del artículo 155 de la Constitución, la destitución del Gobierno de Puigdemont y la inmediata convocatoria de elecciones. En las que, como sabemos, se produjo un resultado que otorgó otra mayoría absoluta en el Parlament a los soberanistas.

Albert Rivera, con la ventaja de no estar al frente de las responsabilidades de Gobierno, ha venido utilizando un lenguaje mucho más radical y frentista. Los buenos resultados de su candidata, Inés Arrimadas, en los comicios del pasado mes de diciembre le han reafirmado y le animan a continuar por esa línea de confrontación, aunque eso poco ayude en la resolución (difícil, lo sé) del conflicto y solo contribuya a enconarlo aún más.

Ahora la han tomado con la lengua y el sistema educativo. Un sistema, el de la inmersión lingüística, que suscita un amplio consenso en Cataluña que va mucho más allá del bloque soberanista. La inmensa mayoría de los ciudadanos y ciudadanas, prácticamente todos los partidos políticos -a excepción de PP y Cs-, sindicatos docentes y AMPAs, tanto las del sector público como las de la enseñanza privada, apoyan el modelo en vigor: «trabajaremos por la igualdad de oportunidades de todos los niños sin segregarlos según su lengua», señalan. Claro que lo que se ha introducido no es un debate pedagógico sino un intento de llevar a la escuela el presente conflicto político.

Me parece que es una irresponsabilidad manifiesta. Tengo amigos y amigas en el ámbito educativo de la comunidad catalana que ni han votado ni votarán a los soberanistas, pero que viven como una intolerable agresión las actuales propuestas educativas de PP y Ciudadanos contra el modelo de inversión lingüística.

Un modelo que avalan también distintos expertos del ámbito educativo. Para Francina Martí, presidenta de la Associació de Mestres Rosa Sensat, «sería un ataque directo a la concepción del país que hacemos y queremos hacer desde la escuela: un país que queremos cohesionado, donde todo el mundo se exprese en la lengua que quiera, y que tenga competencias lingüísticas plenas en las dos lenguas oficiales».

«La inmersión lingüística es una política de cohesión social, no una política de identidad nacional», asegura el politólogo Roger Senserrich. Destaca, asimismo, que la intención expresada por el Gobierno central de fragmentar el sistema educativo catalán «no es solo una provocación sin sentido, sino que es además socialmente excluyente. La inmersión es una buena idea, no una imposición nacionalfolclórica gratuita».

guerra incivil. Xavier Vidal-Folch, un periodista que ha sido muy duro en sus críticas a las decisiones de los partidos soberanistas y al procés, al que ha llegado a calificar de «golpe a la legalidad democrática» y auténtico «atentado a las leyes supremas catalana y española», afirma que «cuando otros -como el Gobierno- exploran normas sobre la enseñanza que pudieran quebrar el equilibrio escolar, fracturar en dos la sociedad (catalanes antiguos bienestantes, plurilingües; los más precarios procedentes de la inmigración, solo monolingües) y abrir paso a una guerra incivil, toda llamada a la prudencia será poca. El sistema podrá y deberá mejorarse. Pero la pasión por el catalán no se toca».

Pero estas circunstancias que entienden muy bien catalanes no soberanistas, como el propio líder del PSC- PSOE, Miguel Iceta, que ha defendido el modelo de inmersión lingüística en la educación pública catalana y señalado que no permitirán que los alumnos y alumnas sean divididos por “razón de lengua”, no la comparten la derecha española. Un derecha que se encuentra hoy subida en la ola más antinacionalista y neocentralizadora de las últimas décadas; y, tampoco, unos medios de comunicación que parecen empeñados en profundizar en el actual conflicto y abrir una brecha insalvables entre Cataluña y España.

A la falta de madurez democrática de los independentistas, que, sin contar con la legalidad ni con las mayorías sociales que se precisan para una decisión de semejante magnitud, intentaron imponer su república a la otra mitad de catalanes y catalanas, se le retroalimenta hoy desde posiciones de un españolismo retrógrado, mesetario y autoritario que, como señalaba la escritora Almudena Grandes, lo que logra es «volcar una cisterna de gasolina sobre una hoguera».

Y en medio de esta ola del españolismo, del a por ellos, de la proliferación de banderas, una cantante del montón logra una notoriedad que jamás alcanzaría con su obra musical, gracias a una versión con letra del himno español. Inmediatamente Rajoy y Rivera aplauden a rabiar y González Pons, siempre más bruto, solicita que se cante en la final de la Copa del Rey (¿bajo qué legalidad? ¿los símbolos no deben contar con un amplio consenso?), no sé si con la malévola intención de calcular el nivel de decibelios de la pitada.

Supongo que es una quimera pensar que los actuales exabruptos y extremismos se calmen en el próximo período y volvamos a una etapa de normalidad y menos peso de las pasiones. Al reconocimiento de que este país gana mucho, es más rico y valioso, con su pluralidad política, nacional, cultural, lingüística y gastronómica, no con forzadas uniformidades. Y que el patriotismo es esforzarse día a día, pagar impuestos y ser solidarios, no agitar banderas ni lanzar ardientes soflamas.

Al paso que vamos alguien terminará resucitando aquella frase de José Antonio Primo de Rivera: «Somos españoles y ser español es una de las pocas cosas serias que se pueden ser en el mundo». Y, con el actual y enrarecido ambiente, seguro que obtendría su salva de aplausos. Menuda letra.

Enrique Bethencourt

Reporta un error en esta noticia

* Campos obligatorios