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Las cenizas del último incendio

Las cenizas del último incendio

«El recuerdo debe permanecer latente en la memoria colectiva para no repetir imprudencias o errores»

Jueves, 1 de enero 1970

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Pasó hace solo unos meses, y muchas cosas han sucedido desde entonces, pero la huella del fuego es eterna. Mujeres y hombres anónimos siguen trabajando en la cumbre de Gran Canaria para cerrar una herida que aún quema. Poco a poco el verde le va ganando terreno al negro. Los ocres se van mezclando con la escala de grises que dejaron las llamas a su paso, mientras asoman los primeros brotes verdes. Las cuadrillas y los voluntarios se afanan por recuperar la fotografía que se quemó hace un año.

Los primeros resultados son visibles en las zonas más afectadas, pero aún tendrán que pasar muchos años para repetirse aquella fotografía. La cumbre recupera poco a poco el latido, en parte beneficiada por el confinamiento. Aunque ha llovido, muy poco, apenas nada en una de las épocas de mayor sequía de la historia en las islas, la labor de las cuadrillas en el centro y medianías de la isla, con talas controladas de árboles carbonizados, en su mayoría especies que no son endémicas, y la repoblación con pinos canarios, castaños y nogales están recuperando el agónico paisaje devastado por el último gran incendio.

«El recuerdo debe permanecer latente en la memoria colectiva para no repetir imprudencias o errores»

Y aunque la estampa cadavérica del monte se recuperará de la palidez que dejó el incendio, su recuerdo, el del fuego, debe permanecer latente en la memoria colectiva para no cometer las mismas imprudencias o errores. No basta con vigilar la cumbre e invertir en medidas para combatir los incendios; también hay que prevenir e invertir en educar a la población, en la contratación de profesionales; apostar por tener infraestructuras adecuadas, seguir insistiendo en la reforestación, en frenar el avance de la desertificación y amortiguar los efectos del cambio climático.

El campo, olvidado y abandonado a su suerte, puede dar muchos puestos de trabajo y generar una economía de calidad. Invirtiendo en el monte se potenciaría un turismo de naturaleza y sostenible, acabando con la dependencia al sol y las playas. El recuerdo del último incendio, junto a la crisis sistémica que padecemos por la pandemia, suponen una buena oportunidad para diversificar la economía y para que los canarios conozcan su tierra y coman del campo generando una economía verde que revierta en nuestra gente.

Además de endurecer las penas contra los pirómanos o incendiarios, señalarlos públicamente para provocar un efecto disuasorio, las administraciones públicas también deben comprometerse en la investigación a fondo de las razones últimas de este tipo de comportamientos para determinar si detrás de ellos existen otro tipo de intereses y concienciar a la población sobre civismo y naturaleza.

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