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Cuando nos ponemos exquisitos, no nos supera nadie. Lo digo pensando en esa jueza de Cataluña que decidió ipso facto pararle los pies a la Generalitat de Cataluña con la orden de confinamiento en buena parte de Lleida.

Doctores tiene la ciencia del derecho pero digo yo que estamos hablando de una urgencia sanitaria de primer nivel. De primerísimo. Y por supuesto que la limitación del movimiento de las personas supone ir contra un derecho fundamental, pero tener derechos y morirse creo que vale de bien poco. El derecho a la vida se supone que es el primero, y sin ese ya puede uno tener una carta de derechos tan amplia como la que fija la ONU, que la utilidad es bien poca. Es verdad que también está el derecho a que se nos respete una vez fallecidos, pero creo que ante una pandemia mortal, lo prioritario es salvar cuantas más vidas mejor.

Dicho esto, no comparto la reacción del presidente Torra. El hombre ha aprovechado la circunstancia para sacar a relucir su rejo soberanista y se ha puesto por montera la decisión judicial. Una cosa es una cosa y otra cosa son dos cosas...

Lo que queda en evidencia una vez más es que la arquitectura jurídica y política de un Estado descentralizado como el que tenemos hay que revisarla. Como también es evidente que ante una situación tan excepcional como la que estamos viviendo, es clave que haya un mínimo de unidad de criterios. De esto no se salva la gente si los políticos, los médicos, los enfermeros, los empresarios, los sindicatos y cualquier otro agente que podamos pensar van por libre. Tampoco si los jueces se instalan en su particular burbuja. Porque el coronavirus no distingue de leyes, como tampoco de fronteras.

Ya vimos que fue un error, y de bulto, pensar que la crisis se resolvía centralizando las competencias en el Ministerio de Sanidad, que es, junto al de Educación, uno de los más descentralizados de todo el Gobierno. Y ahora estamos viendo que esto no se resuelve con unas comunidades imponiendo el uso de mascarillas en todo lugar, incluidas las playas, y otras pensándoselo. Como tampoco se resolverá con los jueces dictando unas cosas y los políticos defendiendo lo contrario.

Insisto en que lo prioritario es batallar juntos para que el derecho a la vida se preserve ante una amenaza global. Y si para ello hay que aparcar excepcionalmente el resto de derechos durante unos días, pues creo que seríamos unos cuantos los que estaríamos encantados de sumarnos a ese club.

¿Hay algo más valioso que la vida?

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