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La llegada a nuestras vidas de los teléfonos inteligentes, el 3, 4 y 5G, las tabletas y demás innovaciones, nos ha dado la posibilidad de vivir mejor, de tener acceso directo a miles de asuntos que antes eran engorrosos y, por supuesto, a toda la información del mundo que podamos necesitar. Y todo a golpe de click en nuestro móvil. Pero estos avances tecnológicos sirven tanto para lo bueno como para lo malo, para tener una sociedad más informada y también para que los delincuentes los usen a su antojo con fines despreciables.

Esta semana vio la luz los resultados obtenidos por los investigadores de la llamada Operación Magnesio contra la difusión de pornografía infantil en la red, unas pesquisas que acabaron con la detención de 12 personas en la provincia de Las Palmas que se habían descargado imágenes de alto contenido delictivo protagonizadas por menores de edad. Totalmente nauseabundo.

Y es que el peligro ahora lo tenemos en nuestras manos, en los móviles, que son unas armas muy valiosas para los pedófilos y pederastas aunque el control policial de las mafias de intercambio de estos archivos es enorme y bastante efectivo. Pero nunca hay que bajar la guardia. Sin ir más lejos, un reciente informe de la Policía Nacional determinó que las descargas de pornografía infantil aumentaron un 25% en España desde el inicio de confinamiento en los hogares. Por ejemplo, la semana del 17 al 24 de marzo, los pedófilos españoles realizaron unas 17.000 descargas con material de pornografía infantil y la siguiente semana, del 24 al 31 de marzo, las descargas fueron más de 21.200 (un 25% más). Los datos han seguido creciendo sin parar de forma alarmante. La enorme demanda de internet en época de confinamiento, unida a que los menores han estado utilizando dispositivos electrónicos de forma masiva y, por consiguiente, con un menor control por parte de los adultos, ha favorecido que los ciberdelincuentes sexuales se desatasen en sus actitudes delictivas. El peligro es enorme porque no hay perfiles concretos ni definidos ni de los delincuentes ni de sus víctimas, por lo que cualquier menor está expuesto a caer en el engaño de los pedófilos.

Internet es una ventana al mundo única, pero también lo es para los delincuentes y por eso hay que extremar las precauciones, los controles parentales y, sobre todo, educar a los menores en que solo son eso, pequeños que están empezando a vivir. La concienciación del peligro en adultos y menores es fundamental y todas las precauciones son pocas ante un problema casi intangible pero muy real.

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